Opinión

La caja de Dominic

Dominic Cummings ha sido, hasta la noche del sábado, el hombre más poderoso del Reino Unido. Más incluso que Boris Jonhson, que probablemente no habría conseguido ser Premier si no fuera por el extravagante experto en estrategia de comunicación que consiguió, contra todo pronóstico, ganar el referéndum del Brexit para ofrecérselo en bandeja a quien le había fichado, Jonhson; al que le faltó tiempo para contratarle como su hombre de confianza cuando ganó las elecciones a Jeremy Corbin, también  gracias a la ayuda de Dominic. 

Instalado en el 10 de Downing Street, no provocó excesivas simpatías sino todo lo contrario: los funcionarios detestaban sus malos modos, su arrogancia, la imposición permanente de su criterio. Era el auténtico hombre fuerte del gobierno, pero si bien acertó en la fórmula para ganar el referéndum del Brexit, no acertó con las que impulsó desde el despacho contiguo al de Boris Jonhson, que en cuestión de meses pasó de ser un primer ministro con un apoteósico respaldo en votos, a que el recién elegido líder laborista Keir Starmer le superase en porcentaje de apoyo popular. 

Cummings salió por la emblemática puerta negra de Downing Street con una caja de cartón entre las manos: sus pertenencias personales. Así finalizaban sus años de inconmensurable influencia, aunque no termina su trayectoria como asesor en estrategias de comunicación; pero no será un primer ministro el que lo contrate, sino que probablemente su poder estará en sectores ajenos a la política. La imagen de Cummings con la caja de cartón es todo un símbolo. El ídolo caído, expulsado de las más altas esferas por su afán desmedido de afianzar su poderío manejando convenientemente al jefe de gobierno. Una imagen que lleva a la reflexión de que los que se creen intocables por su capacidad de manipular a los que han sido elegidos para gobernar, pueden caer cuando menos lo esperan, porque llega un momento en el que los que gobiernan comprenden que deben poner punto final a la percepción de que son títeres de personajes que no disimulan que actúan dejando bien claro que son ellos, y no el premier o jefe de gobierno, los que toman las decisiones. 

En el caso de Cummings, ha sido la mujer de Johnson la primera que advirtió que el famoso Dominic le estaba comiendo el terreno a su marido, aunque no fue la única persona que alertó al primer ministro. 

A Johnson le costó asumir la realidad de los hechos, o al menos asumir que aunque él pensara lo contrario, la idea de gran parte de los británicos era que el hombre fuerte se llamaba Dominic Cummings. Y lo echó de manera fulminante, con una caja de cartón que visualizaba que se trataba de un despido irreversible, con mayúsculas. No podía permitir Johnson que las políticas que le susurraba al oído Dominic destrozaran su carrera e incluso pusieran en peligro la continuidad de su gobierno. 

A buen entendedor…

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