Opinión

Manos libres para Casado

La renuncia de María Dolores de Cospedal a su escaño de diputada  es una gran noticia para  Pablo Casado. No porque finalice así la polémica sobre la controvertida reunión  que mantvo en su despacho de Génova con Villarejo, sino porque la retirada de Cospedal, sumada a la de Soraya Sáenz de Santamaría hace tres meses, deja al presidente del partido con las manos libres, absolutamente libres, para hacer lo que considere más conveniente en todo momento. 

En el caso de Soraya las tenía, porque la exvicepresidenta no había “colocado” a ninguno de sus afines en los cargos de más poder en el partido y además no ha hecho un solo gesto para intentar influir en la marcha del PP tras el relevo de Rajoy. Pero Cospedal en cambio había incrustado a personas de su máxima confianza en el reducido equipo de dirección, Vicente Tirado, Isabel Tejerina  y Juan Ignacio Zoido, y cada decisión  tomada por Pablo Casado desde que fue elegido presidente se analizaba en clave de la  presión que  podía haber ejercido Cospedal, directamente o a través de su gente. 

En el tiempo transcurrido desde el congreso del partido, Casado no ha podido quitarse de encima el sanbenito de que debe su cargo a Cospedal; y que el precio de ese apoyo se lo cobró Cospedal con su presidencia de la Comisión de Exteriores y con una decena de puestos relevantes en el PP, entre ellos nada menos que la portavocía del grupo parlamentario. Con Rajoy fuera definitivamente de la política, Casado se sentía libre de su tutela desde el principio, por eso su relación con el expresidente de gobierno es excelente. Ahora además, con Soraya y Cospedal ajenas a cualquier cargo, desaparecen las tensiones internas que tanto daño han hecho al PP, y a Rajoy -que no fue capaz de desactivarlas-, y el nuevo presidente puede ya tomar decisiones sin que nadie pueda hacer segundas lecturas sobre ellas.

De momento tiene un reto importante que necesariamente le ocupará todo su tiempo: las elecciones andaluzas, donde las encuestas no le auguran grandes resultados y con unas listas en las que ha tenido que pagar peaje para contentar a las “familias” de su partido. El presidente regional Juanma Moreno había apoyado a Soraya, y Zoido y los suyos estaban a muerte con Cospedal, sin olvidar que la conocida rivalidad entre Cospedal y Arenas envenenaba las relaciones personales y políticas de los dirigentes andaluces desde hacía años. 

Con la marcha de Cospedal y Soraya ese clima turbulento ha desaparecido, y después del 2 de diciembre  Pablo Casado ya  podrá iniciar el cambio profundo que necesita el PP, indispensable para afrontar las elecciones de mayo con los mejores candidatos, sin necesidad de mirarles el apellido político. Y con ideas claras para iniciar la remontada. 

Si no lo hace, Casado no tendrá excusa: ya nada le impide ejercer como máximo líder de su partido.

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