Opinión

Más dureza para Cataluña

El triunfo más importante que han conseguido los que defienden la españolidad de Cataluña es que el independentismo se ha convertido en un conglomerado de partidos y movimientos sociales con serias dificultades para entenderse entre ellos.

Carles Puigdemont y Quim Torra "despachan" todas las semanas por videoconferencia, lo saben todos los catalanes y a la mayoría de ellos, incluso los que se consideran independentistas, no ven con buena cara que el presidente de la Generalitat reciba instrucciones de quien ocupó su cargo pero pretende seguir mandando desde el país al que se fugó, Bruselas. 

Además de la programada  videoconferencia semanal, Puigdemont y Torra mantienen varias más, así como conversaciones telefónicas, cuando consideran que es necesario cambiar impresiones  sobre cualquier hecho que afecte a la gobernabilidad o la convivencia de los catalanes. Siempre con el president recibiendo instrucciones del expresident.

Las últimas, hace apenas dos días cuando Puigdemont pasó a Torra los cambios sobre las listas electorales del 10-N: mantiene a su gente de más confianza, ente ellas a su amigo Matamala, que le acompañó en su huida a Bruselas y se ha hecho cargo de la mayoría de sus gastos, y ha impuesto para el Senado en la lista de Barcelona a  Roger Español, famoso porque perdió un ojo por un pelotazo de goma en los disturbios del 1 de octubre. Torra, como siempre, ni chistó.  

ERC se ha situado a una distancia considerable de Junts per Catalunya, la coalición que creó Puigdemont para concurrir a las elecciones autonómicas del 2017 con el PDeCAT, la antigua Convergencia Democrática de Catalunya, y varios grupos y movimientos sociales independentistas. 


Malestar patente


Pero la marca Junts tal como se configuró ha saltado por los aires, con el PDeCAT como elemento financiero de Junts pues como partido recibe las subvenciones  que le corresponden, pero conPuigdemont imponiendo su criterio. Lo que ha provocado que dirigentes del PDeCAT se encuentren permanentemente contrariados por las imposiciones de Puigdemont. Sobre todo el expresidente Artur Mas, que espera el fin de su inhabilitación el próximo febrero  para reactivar su figura política. Su máximo deseo es poder presentarse a las nuevas elecciones autonómicas, que se consideran cercanas.

A Mariano Rajoy se le acusó de negarse al diálogo con los independentistas,   ser débil ante el desafío del independentismo, tardar excesivo tiempo en aplicar el 155 y dar credibilidad a la teoría  -equivocada- de su vicepresidenta Sáenz de Santamaría de que había que apostar por la sensatez de Oriol Junqueras.

De todo ello se ha reprochado a Rajoy aunque algunas de las acusaciones se contradecían con otras. Lo único que PSOE y Ciudadanos consideran una decisión ajustada fue poner en marcha el proceso que llevaría a la aplicación del artículo 155 de la Constitución.  


Cambio radical


La llegada al gobierno de Pedro Sánchez supuso un cambio radical de la postura de Moncloa respecto a Cataluña, con algún episodio de diálogo poco explicado, que provocó indignación en los sectores que defienden a ultranza la Constitución. Entre ellos, un encuentro con Torra en el que el presidente de la Generalitat entregó al presidente de gobierno un papel con una serie de propuestas que Sánchez ocultó… y que Torra hizo públicas al ver que Sánchez las ocultaba.

Sin embargo, por convicción,  por el sentido de Estado que suele adueñarse de los políticos que llegan a la presidencia del gobierno, o por electoralismo, Pedro Sánchez ha dado un giro de 180 grados a su actitud respecto a Cataluña. Ha echado abajo las esperanzas de Puigdemont y Torra respecto a crear una república independiente, y al mismo tiempo ha dejado sin discurso al dirigente de la oposición por el que siente más inquina, Albert Rivera, que lleva años presentándose como líder del partido que más valientemente se enfrenta al independentismo catalán. 

Ciudadanos sin embargo ha perdido presencia en Cataluña por no haber aprovechado la ocasión cuando Arrimadas ganó las elecciones autonómicas, y también porque siete de los dirigentes de Cs en Cataluña con más protagonismo, incluida Arrimadas,  dieron el salto a la política nacional.

La estrategia actual de Sánchez pasa por provocar tensiones en el secesionismo, y presentar al PSC-PSOE como el partido constitucionalista con más posibilidad de presentar iniciativas de calado sin dejarse llevar por la demagogia.

La división interna del independentismo se demostró días atrás cuando Torra alentó a los miembros de los CDR tras la detención de varios de ellos acusados de prácticas terroristas, mientras su mentor y amigo Puigdemont condenaba la violencia. Y la debilidad creciente del independentismo se visualizó el pasado 1 de octubre, cuando la conmemoración de esa fecha emblemática  pasó tan sin pena ni gloria que los grupos que abanderan las manifestaciones en las calles y el bloqueo de las principales vías de comunicación advirtieron que el 1-O había sido solo un ensayo de lo que preparan para los días posteriores a la sentencia del Supremo.

El gobierno ha enviado un número considerable de policías y guardias civiles a Cataluña como respuesta a la exigencia de los independentistas de que se expulse a la Guardia Civil. Y ante las explicaciones de que Cataluña se va a paralizar tras la sentencia, el presidente de gobierno en funciones ha anunciado que hace suyas las propuestas que hasta ahora solo estaban en boca de Ciudadanos, que exigía la puesta en marcha del 155, y la del PP, que se aplicara de forma inmediata la Ley de Seguridad Ciudadana.

Sánchez no contempla el 155 mientras no se den  las circunstancias, y buen cuidado tienen  Puigdemont y Torra de que no se den esas circunstancia, pero sí baraja la Ley de Seguridad Nacional si se producen las manifestaciones, bloqueos, huelgas y boicots con los que amenazan los independentistas. 


Terreno propicio


El terreno está más abonado hoy para actuar enérgicamente contra los independentistas: el apoyo en la calle ha decrecido de forma importante, a los catalanes ya preocupa más el deterioro de los servicios públicos que la lucha por la independencia, el paro se ha acrecentado de forma alarmante, más de cinco mil empresas han llevado su sede social fuera de Cataluña -solo ha regresado Aguas de Barcelona- la crisis que se avecina va a golpear con fuerza a una economía debilitada, y la imagen de Cataluña como la región española más avanzada social y culturalmente ha quedado atrás hace mucho tiempo.

Incluso la seguridad autonómica muestra signos de desconfianza hacia el independentismo: el choque entre los profesionales y las autoridades policiales ha provocado sucesivos cambios en la cúpula de los Mossos que, por otra parte, no ocultan su satisfacción por participar con Policía y Guardia Civil en operaciones importantes como la lucha contra el yihadismo, operaciones en las que pueden demostrar su preparación como fuerzas de seguridad.

La mano dura que apadrina ahora Sánchez pretende abortar los planes que preparan los independentistas para recibir la sentencia del Supremo pero, también, demuestra el hartazgo que tiene el presidente en funciones respecto al independentismo catalán… y su deseo de pescar votos en aguas revueltas en las que son cada vez más visibles las señales de que los catalanes hoy apuestan mayoritariamente por su españolidad.

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