Opinión

Prohibido prohibir

Prohibido prohibir. Fue uno de los lemas de mayo del 68 que pasó a la historia, el más repetido, el más recordado. En esta España de hoy asolada por el covid el prohibido prohibir se ha convertido en un lastre. La lucha del gobierno de Sánchez contra el coronavirus ha sido desastrosa, y no lo arregla un estado de alarma y toque de queda aprobados en un consejo de ministros convocado en domingo con urgencia, ni que el gobierno asuma competencias ante los gobiernos autonómicos cuando le viene bien y las reparta cuando vienen mal dadas, como ahora. Estamos ante un gobierno incapaz de luchar contra el coronavirus, y cuando dicen en Moncloa que otros países europeos tampoco vencen al covid se les podría responder que al menos en esos países tienen jefes de gobierno que saben qué se traen entre manos y se dejan aconsejar por profesionales, y además no están pendientes de socios populistas que analizan las medidas en función de cómo les perjudican o benefician políticamente. Por no recordar que España continúa siendo el país del mundo con mayor porcentaje de afectados en relación a su población. No hay español que no piense que el gobierno ha sido ejemplo de inoperancia, contradicciones, desidia,  y mentiras respecto a las personas que determinaban  las medidas; con un inexistente comité de expertos al que responsabilizaban del fiasco cuando Simón balbuceaba e Illa intentaba mantener el tipo ante unos datos que demostraban que la cosa no iba bien. Pero dicho esto, hay que hacer una consideración sobre el comportamiento de la llamada sociedad civil. Parte de ella –no toda- ha facilitado, con su irresponsabilidad, la expansión de una pandemia mortal. Ha incumplido las normas de confinamiento, sobrepasado el límite de asistentes a una reunión y acudido a actos masivos en los que era imposible mantener la distancia de seguridad;  ha abandonado las ciudades que estaba prohibido abandonar para impedir la expansión de los contagios e incluso ha provocado altercados en lugares públicos en los que les advertían que no podían entrar tantos, o sentarse en torno a una mesa más de los permitidos. Se advierte ahora que, además del toque de queda, se prohíben reuniones de más de equis personas. ¿No estaban ya prohibidas?, se han contabilizado más de 4 mil botellones en las últimas semanas ¿No estaban prohibidos?, ¿no sabían las fuerzas de seguridad que se iban a celebrar, cuando lo sabía todo el mundo?, ¿no pudieron impedir ese inconmensurable foco de contagios? 

Países que no son precisamente dictaduras aplican máxima contundencia contra los que incumplen las normas sanitarias, porque esta batalla solo se puede ganar, como están haciendo otros países, sobre todo asiáticos, si además de contar con gobiernos que se atienen a lo que indican sus expertos en epidemias –expertos, no advenedizos- se aplica rigor máximo contra los que incumplen las normas. El prohibido prohibir estuvo bien para mayo del 68, pero ahora es letal.

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