Opinión

Sánchez tiene un plan

Pedro Sánchez tiene un plan. Es lo mejor del anuncio que hizo la tarde del martes, que tiene un plan, porque cuando empezó a explicarlo ya no parecía tan buena la cosa. No porque no lo fuera, sino porque lo que transmitía el presidente era que ni él mismo sabía exactamente en qué consistía el plan, porque anunció muchas cosas pero no cómo se iban a poner en práctica. Y además, llamar “nueva normalidad” al objetivo que pretende alcanzar es una absoluta incongruencia. Nueva y normalidad son conceptos contrapuestos. En fin, las cosas de Pedro Sánchez.

Lo más preocupante del plan es que el presidente negociador no lo ha negociado con los sectores que tendrían que dar opinión sobre cómo abordar la situación, y han presentado una lista de preguntas que hasta ahora no ha respondido nadie desde Moncloa. Y preocupante también es que el presidente negociador no haya adelantado a los partidos de la oposición cual era el diseño del proyecto que estaba preparando su Gobierno. No ya que lo negociara previamente con la oposición, si por algo se caracteriza el presidente negociador es que no suele negociar con nadie, pero al menos podría haber tenido el detalle de informales antes de comparecer en televisión. Se lo echaron en cara Casado, Edmundo Bal y Rufián en la sesión de control al Gobierno de este miércoles, y el día anterior tanto Torra como Urkullu habían expresado su contrariedad, así que queda la duda en el aire sobre el respaldo que tendrá en el Congreso de los Diputados la prórroga del estado de alarma, y no digamos el respaldo que tendrá el plan cuando llegue a ese mismo Congreso.

Así que hay plan, pero nadie sabe cómo se va a articular. Los restauradores y comerciantes preguntan al Gobierno si les suministrarán los tests, mascarillas, guantes y geles que deben facilitar a los clientes, con qué dinero pagarán las manparas y cómo organizarán las colas para entrar en comercios y restaurantes, porque será difícil mantener la distancia de seguridad; y más con la cola en aceras en las que circularán niños con sus padres. ¿Habrá permisos municipales para ampliar las terrazas? ¿Y qué ocurre con los trabajadores que sufren un ERTE de tres meses? ¿Cuándo se abre el espacio áereo? ¿Podrán sobrevivir los establecimientos turísticos solo con los clientes de sus provincias? ¿Y sobrevivir los teatros y cines con el 30 por ciento del aforo? ¿Será obligatorio para todos los colegios abrir unas semanas de verano para los menores de 6 años? ¿Cómo se va a reservar nada si los privilegiados que tienen unos días de vacaciones no saben si podrán ir a la playa, comer en un chiringuito o utilizar los servicios del hotel en el que pretenden alojarse?

Pedro Sánchez tiene un plan. Pero de primeras, tras escuchar al presidente, la sensación es que se trata de un plan cogido con alfileres. Y los alfileres, además, pinchan.

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