Opinión

Sin más salida que el acuerdo

Ni salen las cuentas matemáticas ni salen las cuentas a las que obliga el sentido de la responsabilidad: Pedro Sánchez, que no ha mejorado los pésimos resultados de abril, no consigue sumar escaños suficientes para aprobar la investidura a no ser que cometa la insensatez de echarse en manos de los independentistas catalanes. No es hombre con cabeza de Estado, pero visto lo que hemos visto los últimos meses, y sobre todo los últimos días, es difícil creer que tenga la tentación de gobernar bajo  la bota de Puigdemont, Torra, Junqueras. Le presentarían  exigencias de imposible cumplimiento incluso para alguien como Sánchez, capaz de cualquier cosa, o casi, con tal de mantenerse en el gobierno. 

Su tragedia ha sido la importante bajada de Podemos, el detestado y necesario  compañero de cama que siempre le ha dejado en la estacada pero que parecía dispuesto a pactar  con ese presidente con el que estaban condenados a entenderse para parar a la derecha de Vox con Abascal a caballo.  

Es el drama de Pablo Casado, que ha tenido un gran resultado este 10-N, empañado porque no suma ni de lejos para formar gobierno ya que la debacle de Ciudadanos, muy superior a la que temía el PP y desde luego la que temía Rivera, hace necesario mirar hacia  Bambú, calle que se hará tan famosa como Génova o Ferraz porque alberga desde hace unos días la nueva sede del partido de Abascal: la anterior se les quedó pequeña. 


El toro de Vox


Habrá que ver cómo lidia Casado ese toro, el de Vox:  les separa mucho más de lo que les une, que es un patriotismo incuestionable. Pero no tiene nada que ver cómo entiende Vox su lealtad a España con la forma en que la entiende el PP.  Para Casado, lo primero es la ley y la Constitución. En el caso de Vox no se sabe si no respetan la Constitución o no la conocen. En cualquier caso, la mitad de sus propuestas, precisamente las que más gustan a sus seguidores, son de imposible cumplimiento.

El futuro se presenta incierto y, sobre todo, se presenta preocupante. Un escenario peor que el que salió de abril, y es Pedro Sánchez el responsable. No supo llegar a acuerdos de gobierno, y además queda la sensación amarga de que no hizo excesivo esfuerzo porque prefería convocar nuevas elecciones pensando que iba a mejorar su pírrico resultado. Con ese empecinamiento de convocatoria electoral ha provocado un serio problema. Culpa de la convocatoria a los otros partidos, no a sí mismo. Solo él es responsable  de no haber tenido la cintura suficiente para formar un gobierno. Las animadversiones, las filias y las fobias, se antepusieron a lo que era su obligación. Y no sirve el argumento de que no quería contar con determinados partidos, porque bien que recurrió a ellos para que le apoyaran en la censura que le convirtió en presidente. No tuvo en cuenta los supuestos principios éticos cuando vio la oportunidad de echar a Rajoy.

Si los políticos actuales tuvieran vergüenza, se tendrían que producir dimisiones. La primera la de Albert Rivera, que ha dejado a su partido para el arrastre, sus lugares tenientes Villegas y Girauta sin escaño y perdiendo su presencia en las dos Castillas, Aragón, Galicia y Aragón.  Es Rivera el responsable único, solo él. Como es Pedro Sánchez el responsable de que su resultado actual y del  rechazo infinito que existe hacia las siglas Psoe porque es él quien dirige,  el que se ha mostrado incapaz de sentar bases para apaciguar  el independentismo catalán, o el que no ha sabido mantener las cifras de empleo. 

También Pablo Iglesias tendría que reconsiderar si es el líder que necesita Podemos en este momento. Ha cometido errores de bulto, personales y políticos, también él entraría en el capítulo de los que deberían actuar conforme a la vergüenza torera.

Casado ha tenido un gran resultado si se toma como referencia al anterior. Su problema es que sus expectativas eran muy altas. Y es problema también que su nuevo socio preferente no sea el más adecuado para potenciar un partido al que le ha ido bien moviéndose en el centro y la derecha moderada..


Pedro y Pablo


No han servido las elecciones para mejorar el panorama. Todo lo contrario. Solo queda un resquicio a la esperanza: que Sánchez y Casado se sienten, piensen en los españoles más que en ellos mismos, alcancen un pacto de investidura cediendo Sánchez en tres o cuatro cuestiones  que producen escozor porque  dan cancha a los indeseables… y que el PP, desde la oposición, apoye los asuntos de Estado que no pueden esperar y controle que Sánchez no siga metido en una dinámica que no conduce a nada bueno.

Es complicado y puede provocar fricciones. Pero  es mejor que unas nuevas elecciones. Sería letal para este país y para su clase política. Lo acabamos de ver: el bloqueo ha provocado el rechazo en las urnas a tres de los cinco protagonistas de la política nacional.

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