Opinión

“Tocado” pero con ganas de pelea

Cuentan sus incondicionales, su círculo monclovita,  que la decepción, la tristeza, y también la rabia ante el fracaso de la investidura, le duró lo justo. Que el presidente, como dijo a Pedro Piqueras, está decidido a pelear para ser presidente de gobierno y piensa "explorar otros caminos". 

Ya se sabe que la palabra de Sánchez también vale lo justo, aunque es cosa habitual en los políticos, para los que nunca jamás significa de momento. Hace apenas diez días declaraba que si no era investido en la primera convocatoria no buscaría la segunda oportunidad y convocaría elecciones. Pudo ser una estrategia para que Podemos cediera en sus exigencias o Rivera se lo pensara mejor y se inclinara por la abstención. Puede, ese tipo de amenazas se dan con frecuencia, pero Iglesias se empecinó en formar parte del Gobierno con ministerios potentes, y a Rivera ni se le pasó por la cabeza estas semanas abstenerse para permitir que Sánchez continuara siendo presidente de gobierno.

Se olvida de que Pedro Sánchez ya pasó por esta situación en una ocasión anterior, a principios del 16, pero su derrota en aquella votación no fue tan importante como la del pasado jueves: no era presidente como ahora, ni siquiera había ganado las elecciones;  ue candidato porque Rajoy rechazó la propuesta de candidatura que le ofreció el Rey pues era quien había ganado las elecciones, pero sabía el entonces presidente que no tenía ninguna posibilidad de ser elegido.


Primer desencuentro


Pedro Sánchez, con su optimismo habitual y el alto concepto que tiene de sí mismo y de sus capacidades políticas, aceptó entonces el reto convencido de que podría ser elegido con el apoyo de Podemos. Pinchó en hueso, y además Pablo Iglesias le toreó hasta el punto de que en algún momento la figura del candidato rozó el ridículo. Cuando comprendió que no había nada que hacer con Podemos miró hacia Ciudadanos e incluso llegó a firmar un acuerdo de Gobierno con Rivera; pero finalmente tanto Iglesias como Rivera dieron un paso atrás, lo que nunca ha olvidado Sánchez, que tiene hacia los dos una profunda y confesa animadversión personal y política.

Que con toda seguridad se acrecentará después de que Iglesias le haya fallado nuevamente al exigir lo que de ninguna manera pude exigir un partido que es cuarta fuerza –estaba cargado de razón Sánchez al rechazar cederles tanto poder- mientras que Rivera se empecinó en el "no" desde el primer momento y fue inamovible en esa posición a pesar de que gran parte de su partido le pedía la abstención. Porque creían que Ciudadanos se apuntaría un tanto frente al PP al hacer valer su sentido de la responsabilidad permitiendo que finalizara la situación de bloqueo. 

Rivera se mantuvo en sus trece,  pronunció un discurso demoledor para Sánchez en la sesión de investidura, hiriente… y profundizó en la crisis interna que vive Ciudadanos desde las elecciones, con la pérdida de importantes dirigentes, sobre todo en el área económica. Dirigentes que creían que era una buena opción abstenerse en la investidura, no solo para deshacer el bloqueo sino también, y sobre todo, para marcar distancias con Vox, un partido que creen que "contamina" a Ciudadanos tras los acuerdos alcanzados con ellos. Porque ha habido acuerdos, aunque no fotos. Lo demuestran los altos cargos municipales y autonómicos alcanzados por Ciudadanos gracias a los votos de Vox.

Pedro Sánchez se va a tomar dos o tres semanas de vacaciones en las que no dará ningún paso de acercamiento para asegurarse una "segunda vuelta" exitosa.  No lo hará, dicen en su entorno, porque necesita reflexionar sobre lo ocurrido, porque sabe que sus posibles interlocutores -Iglesias, Casado, Rivera- también tienen planes vacacionales y sobre todo porque debe tantear el terreno para averiguar si tiene posibilidad de que las negociaciones vayan a buen puerto, ya que su grado de confianza en Iglesias y Rivera es nulo. Dice la gente de su equipo que tiene perfectamente contadas las ocasiones en las que los líderes de Podemos y Ciudadanos le retiraron su apoyo cuando creía que lo tenía asegurado. 


Posibilidades alternativas


Estudiará posibilidades de que el PP pueda abstenerse. Paradójicamente cree en la palabra de Casado más de lo que cree en la palabra de Iglesias y Rivera, pero sabe también que para conseguir la abstención de Casado debe renunciar a un gobierno con Podemos dentro, así que de ninguna manera no le saldrían los números para ser elegido. 

Es curioso que en las últimas semanas, cuando se adivinaba que Podemos podía fallar en la investidura, voces autorizadas del PSOE comentaban que solo los dos partidos con experiencia de gobierno, PSOE y PP, tenían sentido de Estado y ponían a España como prioridad antes que a sus intereses políticos y personales, sugiriendo un gran pacto entre los dos partidos para sacar adelante los asuntos más urgentes. No pronunciaban la palabra "coalición" pero lo que proponían era algo muy parecido. Olvidaban que hace tres años, cuando se produjo la situación anterior de bloqueo porque ni Sánchez ni Rajoy lograban ser investidos, Rajoy propuso precisamente eso, un gobierno de coalición entre PSOE y PP, según el modelo de otros países europeos.  

A Sánchez sin embargo le gusta más el modelo de Portugal o Dinamarca, gobiernos con pactos de  investidura y legislatura pero sin que entren en el gobierno los partidos de apoyo. Ha sido un gran éxito en Portugal; de hecho Sánchez ha visitado en varias ocasiones a Antonio Costa, con el que mantiene una excelente relación… pero en España no ha encontrado el socio necesario. Podemos está dispuesto a apoyar a Sánchez como presidente pero exige el oro y el moro, una vicepresidencia incluida, y Rivera, al menos hasta ahora, ni se plantea una opción que no sea un "no" rotundo. En política cambian mucho las situaciones, pero parece difícil que Albert Rivera, después de lo que ha dicho en los últimos días, pueda aceptar ahora convertirse en miembros de "la banda de Sánchez".

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