Opinión

Un torpedo en la línea de flotación

Una ministra, no precisamente de las irrelevantes –que las hay- lo confiesa con tono de tristeza más que de preocupación. Que la tiene, aunque es la tristeza lo que más impregna sus palabras, a falta de ver su rostro. “Me enteré esta mañana al despertarme,  y todavía no acabo de asimilarlo.  No entiendo nada, no aporta nada”.  

Un miembro del PSOE–no destacado, porque los destacados están en el gobierno- va más lejos: “Esto es un torpedo en la línea de flotación del partido. Del partido y de todos los partidos, porque rompe las reglas de juego. Hasta ahora, ningún gobierno había osado pactar con Bildu más allá de cuestiones poco más que administrativas. Que lo haga un gobierno del PSOE es especialmente doloroso. Jamás pude pensar que un gobierno socialista podía llegar algún tipo de acuerdo político con los herederos de ETA.  Es un acuerdo inducido por Podemos, pero Pedro Sánchez tenía que haberlo parado”.

No se había informado a los ministros sobre la operación. Hace casi tres meses que los ministros apenas intercambian opiniones porque la mayoría de los Consejos de los martes son telemáticos.  Un grupo de ellos se ha reunido presencialmente en Moncloa de lunes a viernes, el comité de coordinación del corona virus, pero la obligada distancia de seguridad ha impedido las charlas informales. La ministra dice que había oído algo sobre la necesidad de hablar con Bildu para intentar que votara a favor de la prórroga del estado de alarma “No estábamos seguros de Ciudadanos, el PNV podía cambiar de opinión por cuestiones electorales y ERC insistía en votar que no. Por eso alguien mencionó que a lo mejor se podía conseguir la abstención de Bildu, pero siempre interpreté que era para aceptar lo que  piden todos los ayuntamientos de España:  que se les permitiera disponer de los fondos para ayuda humanitaria".

los dos gobirnos

Ministros socialistas  más inclinados que nunca a marcar distancias con Podemos, aunque reconocen que el acuerdo no se habría producido sin el visto bueno de Pedro Sánchez, se  refieren  ya abiertamente a  que hay dos gobiernos. No el de Podemos y el del Psoe al que antaño Pedro Sánchez decía tener tanto miedo, sino el gobierno que se sienta en torno a la mesa del Consejo y el que se reúne los lunes en Moncloa,  con dos o tres ministros socialistas e igual número de miembros de Podemos,  los portavoces parlamentarios y responsables de comunicación de los dos partidos y los jefes de gabinete  de Sánchez e Iglesias. 

Nadia Calviño no forma parte de ese grupo, a pesar de que en buena ley es hoy el miembro más importante del gobierno como vicepresidenta económica e interlocutora  única ante la UE, de la que depende que llegue la ayuda para superar esta crisis. Es interlocutora única porque solo de ella se fían los responsables máximos de la UE. De ella y del ministro de Agricultura, Luis Planas, los dos con larga trayectoria en  Bruselas y que en más de una ocasión han abortado iniciativas de Podemos que Sánchez había aceptado simplemente por contentar a sus socios, sin tomarse la molestia de analizar con expertos sus consecuencias. 

Es ya de dominio público que la decisión de llegar a un acuerdo con Bildu se tomó en la reunión del pasado lunes, y se encargó a Adriana Lastra y Pablo Echenique que se pusieran a la tarea con la portavoz parlamentaria Mertxe Aizpurúa. No se informó al resto del gobierno, a pesar de que hubo Consejo el martes. En el entorno de Pedro Sánchez se hace responsable a Adriana Lastra del acuerdo, pero no hay un solo socialista de peso que avale esa teoría: Adriana no mueve un dedo, no firma un papel,  sin que previamente conozca su contenido el presidente.  Uno de esos socialistas hila más fino: “¿Alguien puede creer seriamente que Lastra tuviera oculto el acuerdo hasta que finalizó el debate y la votación sobre la prórroga del estado de alarma? Lo ocultó porque le indicaron que lo hiciera, y ese alguien solo podía ser el presidente”.

LA DIMISIÓN DE CALVIÑO

Se rumorea que Nadia Calviño llegó a presentar su renuncia al presiente en la tensa conversación que mantuvieron cuando se hizo público el documento. Las palabras que dirigió Calviño a  los empresarios catalanes  del Cercle de Economía fueron muy significativas. Dijo abiertamente que la derogación de la reforma laboral era “absurda” y “contraproducente”. Sin pronunciar esos calificativos,  el presidente de la CEOE se ha expresado en los mismos términos, recordó que gracias a esa reforma se han podido producir los ERTES, que, con el acuerdo con Bildu se convertirán en ERES, perdiendo su temporalidad. Ha anunciado que rompe el diálogo con el gobierno. También se ha expresado en términos muy duros el secretario general de CC.OO, y menos duro pero en desacuerdo, el de UGT. Se ha roto el diálogo social y hará falta que Sánchez haga juegos malabares para ponerlo otra vez en marcha.

Nadia Calviño fue la que tras su conversación con el presidente logró que el Psoe hiciera la rectificación. La vicepresidenta económica al menos ha conseguido que se le tenga mínimamente en cuenta al escucharla, pero algún miembro del gobierno que en privado confiesa su desconcierto, menciona que la que debe sentirse en una más que incómoda situación es la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, de Podemos, que fue una de las negociadoras de los acuerdos sobre la reforma laboral a la que se llegó con CEOE, CEPYME y sindicatos.

Miembros del gobierno muestran su decaimiento, mientras que tanto en Bildu como en Podemos sacan pecho. El que más, Pablo Iglesias, que llegó a declarar que el acuerdo es “cristalino”  y recoge lo que recoge, la derogación íntegra de la reforma laboral; desmentía así  en Catalunya Radio al ministro de Fomento y secretario de Organización del Psoe, José Luis Ábalos, cuando en Onda Cero trataba de rebajar las consecuencias del acuerdo mencionando la nota de su partido. Desgraciadamente para Ábalos tiene razón Iglesias:  sirve lo que está firmado.

El acuerdo ha blanqueado a Bildu y a Arnaldo Otegi,  en segundo plano porque no convenía sacar excesivamente a un político que cumplió años de prisión por su vinculación con la banda terrorista. En la sede del PNV analizan la estrategia a seguir en la campaña. Se temen lo peor: que después de haber apoyado a Sánchez en todo, incluida la moción de censura contra Rajoy,  también ellos hayan sido engañados por el presidente y esta operación tenga  el objetivo que lleva tiempo barajando Pablo Iglesias, un gobierno vasco de coalición Psoe, Podemos y Bildu.

Se comprende la intranquilidad generalizada en la que viven los socialistas de siempre: llamaban  desestabilizadores y alarmistas a los que acusaban a Sánchez de presidir  un gobierno bolivariano. Ahora no están tan seguros de que no tuvieran razón.  Aunque, añaden inmediatamente, hay medios  constitucionales, y europeos, para impedirlo.

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