Opinión

El triángulo de la muerte

Como el de las Bermudas, los nombres de Iratxe Sorozábal, David Pla y Josu Ternera estaban asociados al triángulo de la muerte. El haber de los tres etarras suma buen número de asesinatos, perpetrados en unos casos, inducidos y organizados en otros, pero los tres etarras cuentan con un historial delictivo de los que provocan espanto. Pla y Sorozábal acaban de ser detenidos en el sur de Francia, porque afortunadamente las fuerzas de seguridad gala dejan trabajar en su territorio a las fuerzas de seguridad españolas, aunque son los gendarmes los que realizan las detenciones porque lo contrario sería ir contra la ley.

La noticia de la detención provocará interés no más allá de veinticuatro horas, y es quizá el elemento más revelador: apenas provoca interés la detención de etarras, se da por hecho que la banda se encuentra desarticulada, inoperante, sin estructura y casi sin miembros dispuestos a ser terroristas activos. ETA se encuentra en situación de derribo y el principal indicio de su estado agónico es que la detención de algunos de sus miembros, en este caso de varios de sus cabecillas, dos de los vértices del triángulo, es que la noticia pasará al olvido en cuestión de horas.

Falta detener a Josu Ternera, un nombre de trayectoria miserable que después de sentarse en el Parlamento vasco logró escapar de una operación montada para desarticular el comando del que formaba parte. Se le persiguió en tiempos de Zapatero aunque los malévolos aseguraban que se le había puesto puente de plata. También se le persigue en tiempos de Rajoy, y acabará cayendo como Pla y Sorozábal, porque policía y guardia civil no tiran la toalla y se encuentran en permanente estado de vigilia aunque parece que ahora tienen otras prioridades. Las tienen, pero no cejan en su empeño de detener al último de los terroristas, que cuentan en su haber con casi mil víctimas mortales, entre ellos centenares de compañeros que Policía y Guardias no olvidan. Aunque ahora hay una dedicación exhaustiva a la detección de elementos islamistas, la sombra de ETA siempre está ahí. Los etarras ya no se encuentran en condiciones de matar, pero los cuerpos y fuerzas de seguridad no dejarán de investigar sobre su paradero hasta que caiga el último de ellos.

ETA ha ensangrentado España durante décadas, ha provocado centenares de atentados, ha obligado a estar permanentemente alerta a miles de personas susceptibles de convertirse en las siguientes víctimas. Familias enteras han tenido que dejar su tierra huyendo del rechazo social y buscando una seguridad que en el País Vasco no tenían. Hoy la capacidad de los terroristas de hacer mal es prácticamente nula, pero los que aún se encuentran en libertad deben comparecer ante la Justicia y pagar sus cuentas.

Está bien que se les persiga incansablemente hasta darles caza allí donde se encuentren.

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