Opinión

Almas de Halloween

Hay quien deja el mundo por tener que dejarlo y a quien se lo hicieron dejar por mal que le pesara. Son pequeñas diferencias que darían mucho de sí sobre el morir; pero todo ello da igual esta semana de celebración de santos y difuntos. Estamos en la fiesta moderna de Halloween, Víspera de Todos los Santos, dicho en nuestro idioma. Tenemos almas que visitan la tierra en misión especial, pululando de forma visible por todo el planeta. Muy a pesar de lo comúnmente extendido de que es tradición americana, que lo es y mucho, los orígenes son celtas como fiesta pagana de fin de verano y fin de las cosechas en la que los espíritus volvían a la tierra para poseer a los vivos. Algo así como lo que ha ocurrido con Franco en su traslado a Mingorrubio. Una aureola ha llenado el ambiente de presencia caudillista y cada uno se ha disfrazado como ha podido.

La guerra, la muerte y la abundancia, para los mexicanos sobre todo, se reúnen en esta fecha previa a  Santos y Difuntos. Hoy no se pasa desapercibido para que no te posean los espíritus, como fueron los orígenes. El objetivo es llamar la atención, mezclarse con la riada y perder los miedos. En este escenario aparecen personajes como los payasos, que hicieron una gran labor de  formación de felicidad en la niñez y hoy son del bando oscuro haciendo llorar más que reír. Son fechas de unificación de culturas porque todos tenemos en nuestro destino la muerte. A la tradición pagana celta los romanos quisieron ponerle marco sagrado por ser  la víspera del Día de Todos los Santos y la modernidad americana ha traído cariz comercial con calabaza que ilumina y pasteles de difunto que revitalizan escaparates compitiendo ya con la Navidad.

En Halloween las almas pasean como la Santa Compaña lo hace por la fraga de Cecebre en la novela “El bosque animado” de Wenceslao Fernández Flórez o en  “As crónicas do Sochantre” de Álvaro Cunqueiro. Muertos y fantasmas buscan amigos vivos y caminar a nuestro lado con toda la fantasía y realismo mágico que aporta el sello marca Galicia en la relación antropológica con el más allá. 

En esa fina línea entre la vida y la muerte los gallegos estamos por encima de las tres dimensiones y somos tetradimensionales al incluir el tiempo como una de ellas, y lo exportamos como acervo cultural y lingüístico con la fuerza de nombres como Vicente Risco, Castelao, Rafael Dieste, Fole y siempre Álvaro Cunqueiro o la abuela de Gabriel García Márquez.

Halloween es, sin duda, el noroeste peninsular con su aspecto más fantasioso donde resuenan truenos y se ven rayos; es la cara de una moneda que tiene en el anverso la retranca gallega. Humor y muerte, el binomio gallego que naturaliza  lo increíble y normaliza lo fantástico. No somos meigas, ni trasgos, ni diaños, es la Santa Compaña recibida en colegios, celebraciones de disfraces y encuentros provocados. Difuntos vagando por escaleras pidiendo caramelos que les brinde solventar cuentas. Los muertos vivientes están aquí, un año más poniendo el ritmo del videoclip más famoso de todos los tiempos: “Thriller” de Michael Jackson, que en 1983 le sirvió para ser descubierto definitivamente para la eternidad. Verdades serán cuando todo el mundo las dice: morir hay que morir.

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