Opinión

Buena y mala gente

El género es un término latino creado para hacer alusión a hombres y mujeres; aunque observando la realidad puede decirse que vivimos en una sociedad de “género de sexo” que lucha por hacernos iguales. Empezamos por impartir coeducación en los colegios para desarrollar todas las capacidades, dar las mismas posibilidades y con ello alejarse de estereotipos.

Hoy se quiere anular la distinción biológica con la que nacemos para sustituirla por la igualdad en todos los frentes; pero al tiempo se asumen las identidades de género para pasar todo a ser justificado bajo el paraguas de lo masculino o de lo femenino. Lo que permanecía oculto en el mundo rural durante la niñez de muchos ahora es tema de portadas, abre telediarios y moviliza a las masas. Y en esta transición hemos pasado de oír hablar de crimen pasional, a violencia doméstica y a violencia machista. Todo para decir que la maldad mata y que no todo el mundo es buena gente, aunque lo parezca.

Las desigualdades se construyen en sociedad y, por tanto, no son biológicas, anatómicas, fisiológicas, cromosómicas u hormonales. Hoy entendemos como violencia de género ese rol que afecta a ellas por la acción de hombres, que siguen siendo protagonistas principales. Las cifras hablan por sí mismas y las mujeres son las que sufren mayoritariamente las consecuencias de un proceso, individual y social, que les ha hecho sentirse acomplejadas ante el varón con delirios de grandeza y control. 

Fuera de la ideología que pueda haber detrás de la información del día a día sobre violencia de género, el problema perfila una deformación humana que es preciso solventar y estudiar dentro de una crisis social a la que nadie es ajeno. Aparte de los términos de lenguaje que en esta semana han proliferado, cabe preguntarse por qué ante los partes presentados siguen los casos de muertes de mujeres. Una vez más alguien no está haciendo bien sus deberes. Esa falta de eficacia policial y de los jueces explica las muchas denuncias retiradas, las no realizadas o las que se quedan en resignación callada hasta que los niños son mayores. Unos niños que en muchas ocasiones se ven obligados a compartir custodia con el hombre que vieron maltratar a su madre. La pregunta es inevitable ¿se puede ser buen padre siendo maltratador?

El hecho de ser madre, por mucha igualdad que se busque, diferencia a machos de hembras. Ellas aguantan porque igual que la maternidad las hace grandes, eso mismo las debilita ante la amenaza de matar su fruto.

El grito unánime de esta semana contra la violencia de género ha levantado a la España callada y a la activista, igual que cuando Nadal usa la izquierda en la pista o se coloca la bandera como un superhéroe. La lucha contra la violencia debe ser frente común. Ante eso no importa el lenguaje pero sí se ve la buena y la mala gente.

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