Opinión

Galdós, miquiño de la condesa

Los años nuevos arrastran miradas atrás. Algunos, como este 2020, redondean conmemoraciones al personaje escritor y político canario Benito Pérez Galdós, del que se cumplen cien años de su muerte. Es el mejor representante de la novela realista del agitado siglo XIX; pero tiene vigencia en esta centuria por su obra “Episodios Nacionales” donde nos muestra gran conocimiento de España o, mejor dicho, la idiosincrasia política de los gobernantes que le tocaron a este país. Los “Episodios Nacionales” son cuarenta años de vida de Galdós con inquietudes políticas, espirituales, y psicológicas y con reacciones de personajes reales dentro de una trama novelesca engarzada en el suceder. Lectura obligada para estar al día.

Galdós ha ido de mano en mano pagando deudas por la cara, ese rostro que ocupó billete de mil pesetas desde 1979 a 1985. Todo un cartel publicitario para el mayor novelista español después de Cervantes. De hecho fue tres veces nominado al Nobel a pesar de ser caricaturizado como el Garbancero.

Benito Pérez Galdós tenía la luz del tímido, del reservado y del enfermizo; pero, como persona de carga, el pasado le hace revisar el presente sin romanticismo y colocando viveza al realismo español con una expresiva narrativa. 

Una exposición en la Biblioteca Nacional en Madrid bajo el título Benito Pérez Galdós, la verdad humana nos lo acerca como una manera de entender y comprender la Modernidad. En su figura el amor ayuda a descifrar la innovación aportada y ahí la relación con la gallega Emilia Pardo Bazán fue mucho más que admiración profesional. Frente al atractivo en su físico, el soltero, solitario, mujeriego e introvertido se relacionó durante veinte años con la gordita gallega, papuda, atea, noble y levantisca señora intelectual.

En “Memorias de un desmemoriado” don Benito deja en evidencia que aunque es amigo de contar historias no quiere relatar la suya y aplica la autoevasión como principal arma. La ironía del título es por lo que calla a sus setenta y dos años. Las empieza directamente desde que llega a Madrid para estudiar Derecho cuando tenía veinte años. No es por falta de retentiva ignorar la infancia porque era un hombre al que caracterizaban por memorizar todo tipo de detalles.

Los hombres solemnes del momento criticaban públicamente a la coruñesa Emilia, que con treinta y siete años disfrutaba de los éxitos de “Los pazos de Ulloa” y “La madre naturaleza” y él también de los de “Fortunata y Jacinta”. Ambos mantuvieron relación libre y llegado el momento de reivindicar la propiedad, la Pardo Bazán dijo no a perder su libertad; aunque confesó que Benito Pérez Galdós le gustaba más que ningún libro.

Emilia Pardo Bazán fue condesa provocadora y la fumadora rebelde del siglo XIX. Reconocía que le hubiese gustado llamarse Emilio, con el escándalo que tal confesión suponía; pero con el deseo del reconocimiento que daban a los hombres del momento. Convertida en uno de los símbolos del feminismo en España, la condesa fue la primera catedrática del país y la única que pudo permitirse hacer de Galdós un “miquiño mío”.

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