Opinión

Las gracias de los Goya

Entre gratitud y dar las gracias  hay una sibilina distancia que se agudiza  si pensamos en el hecho de hacer llegar nuestro agradecimiento. Los mensajes de gratitud son útiles para manifestarnos como personas sociales y educadas y tienen una parte de la puesta en escena  que corresponde a comportamiento de forma  automática,  aquella en la que damos las gracias  como algo intrínseco al comportamiento cultural adquirido y que tiene lugar sin de verdad mostrar agradecimiento, nos sale como agua al abrir el grifo. De hecho damos las gracias más de veinte veces al día. 

En una edición pasada de la ceremonia de entrega de los Premios Goya de cine, la actriz Carmen Maura se rasgó las vestiduras de la  naturalidad y desplegó su ego al decir que se lo merecía y que no se lo dedicaba a nadie, por lo que se lo quedaba para ella solita y no lo compartía. Supuso una interpretación de la esencia del individuo en el sentir más terrenal. 

El agradecimiento produce una carga de emoción de la que todos tendemos a liberarnos. Una vez al año el mundo del cine español reproduce su pódium salvador, y lo muestra la terapia que supone dirigirse a la concurrencia con cabezón en mano de la estatuilla de los Premios Goya entregada por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España. La cita es un ritual de confesión, penitencia y confirmación de la destreza lingüística en la que se alude a vivos y muertos y un  sinfín de nombres de familiares, compañeros de equipo y siempre al director de la película, por la confianza depositada. No existe decorado más público de dar las gracias a diestro y siniestro. Rara vez hablan de la película o estimulan a  verla pero, eso sí, siempre se da el momento de inspiración zen para solicitar dinero que subvencione más o  inicie algo nuevo.

Ser agradecido es de bien nacidos dice el refrán. El día que esto se quede en una palabra en la entrega de los Premios Goya y no en un rosario de nombres sonará de verdad a gratitud. Esa oportunidad de complacencia desvirtúa el objetivo y convierte el momento de emociones en un flash donde ante la sed te ofrecen un polvorón.

La gratitud es medicina, da sentido al pasado, acerca el presente y crea una visión placentera para el mañana. De dar las gracias está el mundo lleno, desde las que asignamos al que nos sujeta la puerta,  nos trae un paquete o las que utilizamos de despedida para que nos dejen en paz. No confundamos agradecimiento con educación. El agradecimiento arrastra las demás virtudes y en ellas la palabra no es lo más importante porque ante lo que decimos está como lo vivimos. Si la gratitud es devolver afecto o manifestar buena educación enfrente está la actitud. Gratitud y actitud caminan en la vida pero no es lo mismo hacer algo que hacerlo bien. Con las gracias de andar por casa, esas que son las de creación más simple, nos autojustificamos, nos autoafirmamos, nos queremos digámoslo así. Y hasta la actitud positiva es contagiosa y proactiva. Todo esto para decir que le sobran gracias a la gala de los Premios Goya del cine español. Nunca el dicho estuvo tan equivocado: “Sólo un exceso es recomendable en el mundo: el exceso de gratitud”.

Te puede interesar