Opinión

Santana, Forqué y Vicente Fernández

Mirar al cielo sigue siendo muy necesario estas navidades. Manolo Santana, Verónica Forqué y Vicente Fernández viajan en la dimensión mágica y luminosa de estas fechas y no parece que tengan deseos de volver a la realidad, esa en la que los expertos temen que ya es tarde para salvar económicamente la campaña navideña. Mientras las aguas nos inundan desde abajo, las nubes no dejan caer ni gota porque preparan tierra batida que dé forma a la mejor cancha de tenis que haya tenido Manolo Santana. Les llega el embajador extraordinario que puso nombre en Roland Garros, Wimbledon y nos dio a conocer la Davis o el US Open. Una leyenda y pionero en la edad de oro del deporte español que puso el viento a favor a Orantes, Higueras, Sánchez-Vicario, Bruguera, Moyá, Ferrero y Nadal. Desde él hay escaparate de lujo en el tenis y muchos honores rendidos.

El deportista madrileño tenía una gorda sonrisa, la de aquel que ha triunfado donde ha buscado la suerte y ahora los pigmentos que realzan el alma le ponen delante la complejidad de construir una oración que dé sentido a la realidad de otros. Y ahí está ella con un gesto de risa que le caracterizó y que hoy pensamos era de los que no son realmente auténticos es decir, que de verdad reflejan agrado, alegría o felicidad, y sí en su caso muy teatrales e interpretativos. Verónica Forqué sabía que es más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa; pero decidió eliminarla en los últimos segundos de su vida para obtener resultado.

Verónica Forqué mira cómo seguir la  pelota cuando empiece el partido. Animará al tenista con su gesto infantil, sus comentarios adolescentes y su voz frágil, emitida con frenillo e inocencia. Se cree capaz de seguir la cuenta de los puntos, con las ventajas correspondientes y llevar el juego sin perderse los detalles de los efectos, las posiciones corporales y los desplazamientos. Sabe que el saque es el golpe más importante, pero no está muy de acuerdo mirando su vida y cómo ha llegado a su final. Le fue bien y se convirtió en una actriz de referencia; pero la vida le trajo un final de desequilibrio televisado que va a seguir mucho tiempo golpeando conciencias. No descarta ser un juguete roto; pero la posteridad dirá mucho teniendo en cuenta su apellido artístico y su buen hacer cinematográfico y teatral.

Vicente Fernández, el único que quedaba vivo de los grandes cantantes de una era ya pasada del cine mexicano, carraspea. Había dicho que mientras el público le aplaudiese seguiría cantando. Esta es una de las frases que el legendario artista soltaba cuando se le preguntaba por sus planes de retiro. “El Charro de Huentitán”, eterno por sus rancheras y corridos. Verónica Forqué, musa y artista en el cine español, Manolo Santana héroe del tenis. Un trío sin vértigo.

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