Opinión

Temporeros en la Cumbre

La última hora del coronavirus es vacuna con reacción inmune  y resalta su seguridad. Llega  de la Universidad de Oxford, una de las  más prestigiosas y antiguas del mundo y la acompañan confiados milagros de solución  al  tiempo que  crecen los recelosos y descreídos a tanto interés por auxiliarnos. Las circunstancias de prudencia que vivimos hacen cotizar al alza las mascarillas acompañadas de pujas que ponen en duda  dejarse inyectar.

En el imperialismo  de la economía arrecian los comentarios sobre la realidad española. La vicepresidenta de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, es la faraona gallega más ecuánime de este gobierno; pero ni por esas consiguió presidir el Eurogrupo, lo que  hubiese ayudado en la cumbre que nos ha tenido mendigando como temporeros de tercera. En ella se sigue trabajando con  los que deben aprobar el fondo de recuperación frente a la crisis económica. Una crisis que  se argumenta como provocada por el covid-19 pero que, sobre todo, se ha agudizado con las inquietudes por los resultados electorales que trajeron a España un gobierno socialcomunista con tentáculos que enchufan en el independentismo catalán y en los terroristas sucesores de ETA.

La cumbre europea es imagen para los países y la del nuestro lleva brillo de rescate. Nuestro estado gasta más de lo que ingresa y cuando se estiran los pies más de lo que da la manta queda la piel expuesta a moscas y mosquitos. Nos cuentan historias para que vivamos felices sin hablarnos de déficit y en vez de buscar equilibrio en las cuentas internas limosneamos en Bruselas para seguir sin hacer las reformas necesarias  mientras bebemos el elixir “salimos más fuertes". Lo conseguido en la Cumbre Europea es biombo que tapa agujeros  de lo que hacen mal nuestros gobiernos desde hace años. Que nos rescaten empieza a ser  el grito de guerra, la posibilidad de levantar cabeza, de dar explicaciones en qué gastamos, en qué invertimos o en qué derrochamos.  Una mente fría en  la distancia podría reformar y ajustar este desordenado enjambre en que se ha convertido la realidad, y no sólo económica, de los españoles. Vuelve a llamar a nuestra puerta la señora austeridad a aplicar por los que mandan. Que ellos sientan la temperatura  de la realidad social sería, de verdad, una aportación.

En la Cumbre somos como los temporeros que viajan a la zona en tiempo de recogida o de vacaciones porque nuestra  realidad se llama  desempleo estructural por muchos subsidios, préstamos y subvenciones que nos  lleguen.

Juan Marsé  podría haber escrito su última novela interrelacionando clases sociales y personajes de posguerra española. Y sonaría a tiempo presente. Sus brochazos colorearían el tutti frutti que también afecta al presente de Cataluña. Se fue  el clásico de la Barcelona  escrita sobre las gentes tras la guerra civil. Marcé,  Montalbán y Mendoza dirigen la narración que  acerca una Cataluña querida y próxima  en toda España. Novela al fin de al cabo; pero con la escritura de los ojos. Juan Marsé  y Manuel Vázquez Montalbán son hoy para mí el recuerdo de una Cataluña unida a lo español. Amigos y con muchas similitudes entre ellos vienen como buena recomendación de lectura; mientras veintisiete líderes europeos han decidido pagar un fondo de millones para ir tirando en la recuperación.  

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