Opinión

Adviento

Señor de las cosas pequeñas, enanas, párvulas e imperfectas. Ven y cambia este nuestro corazón de piedra. Da cobijo a quienes te buscan sin saberlo entre cajas de cartón, regalos coloridos y fiestas de Nochevieja. 

Aún es noviembre y ya adornamos con espumillón los árboles y los deseos. ¿Por qué canta la tórtola si aún no es primavera? Los ríos, ya ahora mismo, son puras chocolatinas con papel de plata, y las ovejas son trocitos de lana y alfileres que fabrican con sus manos doloridas, las mujeres. 

Señor del silencio. Te acercas despacio sin hacer ruido alguno, con tus pasos de guata y tu propio ritmo. El sigilo blanco de los monjes, se rompe por el bisbiseo de las oraciones. Suena el armónium y un canto gregoriano. Avisan de que vienes ya mismo, y se despiertan la ternura y las emociones. 

Señor de este otoño lleno de nieblas, neblinas y desconciertos, de heridas abiertas, guerras de Ucrania, hambre, pandemias, loterías del Niño, mazapán con nata, turrones y cuchufletas. 

Señor de las cosas pequeñas, enanas, párvulas e imperfectas. Ven y cambia este nuestro corazón de piedra. Da cobijo a quienes te buscan sin saberlo entre cajas de cartón, regalos coloridos y fiestas de Nochevieja. 

La verdad es que queremos pasar de ti ya que apenas nos importas. Pero tú Señor, que te comportas con tu amor dulce y pelma seguirás llamando, golpeando con los nudillos de agua en todas nuestras puertas. Es que estamos en nuestras cosas, en las nuestras y sólo nuestras, conjugando ese posesivo como un adjetivo de adorno para las fiestas.

Te parecerá extraño, pero al fin eres sólo una luz en el camino, que iluminas a los peregrinos y los poetas. Pero henos aquí, a todos, repartidos por las aceras, para esperarte pues siempre vienes cumpliendo la promesa.

Claro que, a cada rato, casi sin darnos cuenta, vienes a nuestra mente como una melodía pegadiza, una canción de antaño... ¿Te acuerdas? Queremos huir de ti, estribillo impertinente, agua del mar que nos golpea. Arena soy, te decimos, pero no cejas. Eres pleamar permanente y esa música que se columpia y nos penetra.

Señor de las cosas pequeñas, enanas, párvulas e imperfectas. Ven y cambia este nuestro corazón de piedra. Da cobijo a quienes te buscan sin saberlo entre cajas de cartón, regalos coloridos y fiestas de Nochevieja. 

Digo que aconteces. Te produces, acaeces y te apareces como quien no quiere molestar, como quien no está invitado a estas fiestas. Como quien pasaba casualmente hacia no sé dónde y se aprovecha para vernos y preguntarnos qué hay de tus promesas. Bueno…nos vemos... Dices mientras te vas, de nuevo, ya que nadie te pide que te quedes a las celebraciones que serán de Navidad en tantas mesas.

Amigo de los simples e inocentes, vuelves y te disfrazas, revestido de agua, de vientos helados y de escarcha. Yo sé que estás ahí, lo supongo, oculto, furtivo, clandestino. Me basta verte en tantos copos de nieve que caen lánguidos, débiles, purísimos sobre el camino.

Señor de las cosas pequeñas, enanas, párvulas e imperfectas. Ven y cambia este nuestro corazón de piedra. Da cobijo a quienes te buscan sin saberlo entre cajas de cartón, regalos coloridos y fiestas de Nochevieja. 

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