Opinión

La chica del jersey a rayas

Hace no mucho tiempo, mientras esperaba en el hall del hotel, observé cómo un par de jóvenes hablaban con el recepcionista. El personal era muy cordial con los que participábamos en aquel congreso internacional. Yo me sentía como una chiva en un garaje. Es normal que así me sintiese puesto que me rodeaban una serie de médicos, algunos muy afamados, miembros de asociaciones o de empresas del sector, sanitarios de todo tipo, algunos estudiosos internacionales. Yo no tenía más misión en aquel evento que la de aprender de aquel tema que lo envolvía todo: el origen u orígenes de la inmunodeficiencia infantil.

El joven hipster, no parecía tener más de treinta y pocos años y la chica, no pasaría, se me ocurre, de los veinte. Él, se dirigía muy respetuoso al hombre de la pajarita lila y se explicaba no sin dificultad en nuestro idioma recién aprendido. Ella, abrigada con un largo y rayado jersey de lana, necesitó sentarse sobre la vieja mochila mientras se llevaba preocupada la mano al vientre que estaba anunciando, ya claramente, un parto inminente. Eran una pareja guapa. 

No le sirvió de mucho al muchacho el explicarse tan bien. El decir que todos los hoteles, fondas y pensiones a los que fueron estaban completos no le sirvió de nada. Su petición cayó en saco roto y los echaron pronto: “Casi mejor que se vayan al Hospital”. La jovencita, futura mamá, no se irritó en absoluto y les devolvió una sonrisa mientras se iban marchando.

Me miraron dulcemente y viendo la urgencia de su situación estuve a punto de ofrecerles mi habitación reservada. Claro que en ese preciso instante me sublevé de tal idea: “Es poco inteligente meterse en complicaciones”. Mientras sorteaban la puerta giratoria acristalada, aún pude oír su voz trémula diciéndole tiernamente: “María, con cuidado”.

Al poco tiempo llegó el microbús y me subí sin mayor preo-

cupación. La ciudad estaba hermosa con los adornos de Navidad. Al llegar al Palacio de Congresos aparecía el próximo tema de discusión en los diferentes paneles: el "Microquimerismo".

Eso que se llama “microquimerismo” es muy interesante a nivel médico. No es otra cosa que la sangre de la madre y la sangre de su hijo tienen su propio circuito. Se espera que la sangre de la madre se mantenga en su circuito, pero, sin embargo, en numerosas ocasiones lo rompe, quiebra las barreras y se hace presente en la sangre del hijo. También sucede a viceversa y es la sangre del niño la que se salta su circuito y permanece en la madre. 

En el año 1999 un estudio posterior demostró fehacientemente que este intercambio de sangres persiste hasta la edad adulta.

Sin pretenderlo volvieron, de golpe, a mi pensamiento los jóvenes de la mochila. Relacioné súbitamente el nombre de la chica con el de aquella joven de Belén. Pensé como evidente: la sangre de Cristo corrió por el cuerpo de María y la de ella por el cuerpo de su hijo el Cristo. 

La Biología me había explicado mejor que la Teología la grandeza de aquella maternidad.

No supe más de aquellos muchachos. De todas formas si los encuentras no hagas como yo y recíbelos en tu casa. A lo mejor son ellos, de nuevo, y su niño quiere ser el “apalpador” de tu corazón en Navidad.

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