Opinión

Cómo escribir un libro

Van a ponerte un libro en blanco en las manos, entonces mismo, cuando vengas. Escríbelo te dirán. Por el Preámbulo ni te preocupes porque ya te lo escribieron tus padres, a quienes aún no conoces. Te llamaron a la vida por un arrumaco. No tenían que pedirte permiso. El amor dulce o el calor del clima o la música romántica o un buen vaso de licor con cubitos de hielo suele ser una fórmula muy recurrida.

Podrías escribir tu infancia a tu manera. Pero tampoco. Ellos que siempre esperarán de ti que seas el mejor de los hijos o la más estupenda hija, también fueron escribiendo el borrador de tu mundo infantil. Comenzarás a tener amigas o amigos pero te indicarán quienes lo pueden ser, a qué fiestas puedes ir o a qué hora podrás volver a casa. Si no te gusta nada el mundo de la música irás al conservatorio, y a aprender idiomas, y a informática y a teatro con una señora argentina que debe ser el top. Te dirán incluso, para que lo sepas, cuál es el día más feliz de tu vida vistiéndote de blanco. Habrán escrito, evidente, ese primer capítulo, el de tu infancia.

Te volverá loca el chico del tercero pero ni saludarlo. Preguntarás el porqué y te dirán cualquier cosa. A lo mejor desde tu instituto vas a tener una educación emocional, oye, como si fuese fácil mandar en el corazón sabiendo que es absolutamente ingobernable. Así que ese hermoso mundo de la juventud inicial y de la juventud que se te escapará sin remedio, habrá sido escrito, a poco que te descuides, también por ellos. Te dirán, ahora, que vuelvas a vestir de blanco. Creo que vas a casarte y ese será, volverán a decirte de nuevo, el día más feliz de tu vida.

Al fin escribirás, supones, el capítulo de tu mundo laboral. Tendrás aficiones e inclinaciones profesionales pero te convencerán de que la mejor carrera es la que ellos te indican. Harán de ti un médico o un ingeniero o un político, cuando tú lo que verdaderamente querías era ser conductor de autobús o ayudante de cocina. Escribe con cuidado pues al no realizar lo que verdaderamente deseas podrías convertirte en un ser odioso o petulante. ¡Qué pena! 

¿Y sabes qué te digo? Que cuando te llegue la jubilación y sea ya un poco tarde desearás dar un puñetazo en la mesa y tirarles el tintero o partirles en dos el ordenador. Entonces niégate a escribir el Epílogo. No. Vive libre ese capítulo casi final que va desde el nudo al desenlace. No lo tendrás fácil tampoco porque entonces van a ser los hijos los que pretenderán que escribas esa parte final a su dictado.

Y ya sabes, cuando te veas un poco carcomido y descascarillado, vete pensando en ponerle el “the End” a tu dichoso librito. Al fin van a dejarte ese capítulo, para que lo escribas solamente tú.

Hubiese convenido que en cualquier momento de tu trayectoria vital hubieses reclamado el lápiz y entonces mismo, sin más zarandajas, te hubieses puesto a escribir tu libro, el de tu vida, el que no te dejaron jamás escribir.

Habrás oído muchas veces: “el destino ya está escrito”. Pero no lo ha escrito, como piensas, un imaginario demiurgo sino aquellos que siempre te robaron “tu” palabra. 

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