Opinión

CRÓNICA PARA PERPLEJOS: NAZARET

La luz bajaba despacio sobre los árboles. Se había ido la fuerza del mediodía y ahora el sol se había quedado aún amarillo pero enclenque. Y así yéndose ya, aprovechaba para alargar las sombras o para doblarlas.

Retornaban las ovejas fabricando una neblina pegajosa que realmente era el polvo del camino. El balar quejicoso de los corderos volviendo al aprisco llenaba el aire vespertino de arpegios rústicos. Desde este lado, los rebaños, eran poco más que una mancha blanca difuminada que subía la loma.

De pronto aquella calma devino en un viento pequeño, dulce, algo cálido y tenue. Temblaban estremecidas las hierbas ya verdes de los ribazos. María, aquella chica, en la cocina, preparaba la masa del pan. Harina hasta más allá de los codos. Sobre el mandil las huellas simpáticas y albas del polvo blanquecino-parduzco del centeno, se habían quedado impresas. El pelo negro apenas apuntaba bajo el viejo cachirulo. El agua, imprescindible, se hacía burbujas, bultitos, migas. Un manchurrón  involuntario sobre la nariz le daba un aspecto ingenuo, tierno y mimoso.

El aire penetró ahora en aquella estancia. Un ángel sin alas y transparente se quedó boquiabierto viendo cómo se fabricaba el pan. El ángel la miró con sus ojos enormes de verlo todo:
Hola, María. Dios está prendado de la hermosura de tu alma.
El rubor le pudo a la niña. Se encogió. Se tapó la cara con el mandil. Tuvo miedo. Miró a la puerta y ésta permanecía cerrada. Pero… delante de ella aquel ser traslúcido iba calmando su corazón.
No temas. No tengas miedo... Vas a tener un niño.

A su mente vinieron aquellas historias oídas a la luz de la lumbre en las noches frías del invierno. Recordó cómo el cornezuelo del centeno producía imágenes, según le habían dicho, raras y curiosas. Podría estar ocurriendo… Ahora sé, pensó ella, que esto que estoy viviendo es un sueño, pues Yosef sólo es mi compañero. Pero… el ángel habló con precisión:

El niño que va a nacer es el pensamiento de Dios, su palabra activa. El que será tu hijo ya era un proyecto primigenio desde hace generaciones. Pero te digo más, Dios se hará niño en tu vientre e irá creciendo por la fuerza del Espíritu que será su fermento, tu masa madre.

 Superada la perplejidad, la joven María se estremeció y cayó de rodillas: El Altísimo puede contar conmigo. No dudó, lo dijo rápidamente como el estudiante que se sabe su lección de “pe a pa”. Intuyó por la precariedad del mundo la oportunidad extraordinaria de contar con un liberador. 

María volvió a su pan y amasó con la harina parda su miedo, su disposición, su temblor, su candidez, mientras soñaba un niño que habría de llamarse Yeshuá. Y su vientre fue cociendo a aquel que habría de ser un pan crujiente, eucarístico y… tierno.
A lo lejos Yosef, el tektón, constructor infatigable, daba forma a una piedra de granito que, seguro, habría de ser aquella piedra angular.
Y cayó del todo la tarde y después la noche se fue posando sobre la aldea con la misma dulzura que cae sobre el corazón la palabra de un amigo. Y nadie apuntó aquello en un cuaderno de rayas, por importante, y tuvimos la sensación de que no había pasado nada de nada, sólo que Dios había querido ser, y lo sería pronto… un chico de pueblo.

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