Opinión

Diez Lobos

Ahora en pleno estío es fácil encontrarte con una serpiente. Claro, si le llamo culebra pensarás en un animal no venenoso. Pero yo he de llevarte en este relato de verano al interior de tus miedos personales y serpiente te produce más repelús.

Todo el mundo al encontrarse con una opina que quien las echa es el gobierno. Así puedes imaginar que aquellos silenciosos e imposibles helicópteros de las dos o las tres de la mañana, tal vez de las cinco y cuarto están pilotados por los ministros del ramo que van soltándolas sobre el país, con el fin de lograr una ecológica relación de las especies.

Aprender a convivir en hermandad con todos los seres vivos te llevará a un comportamiento honesto. Buenos días señora culebra (si es por la mañana). Tenemos el día fresquito. Buenas tardes señora “reptila” ¿tomando un poquito el sol? Buenas noches…vaya a ponerse una rebequita por este airecillo impertinente.

Ayer, por la tarde, vino a verme mi amigo Chago. Me hace gracia porque aunque él se empeñe y enseñe su DNI certificando que es Santiago, la gente sigue a llamarle Rafael. Me pasa algo parecido, por mucho que me vista de yo que sé, siempre me llaman “Placidín” aquellos que me conocieron de niño o don Placidín que viene a ser un respeto con pantalones cortos. Es Chago un tipo estupendo y me quedo prendado de los microcuentos que como quien no quiere la cosa va intercalando con mis recuerdos y las nostalgias que vamos guardando en los bolsillos como si fuesen chapas.

Gran emprendedor, creo que fue el que, en la zona de Viana, tuvo la primera segadora y el primer tractor. Conocedor de todos los sitios a los que sin parar lo llamaban me contó el caso de los diez lobos.

Cómo aquel hombre que venía de Mourisca de ver a su moza, atravesó por aquel camino común de carro el monte hacia su localidad de Edroso. Hermoso pueblo que se coloca al noreste de la villa como si fuese una gallina clueca sobre la fuente de La Piela. El amor hace que el tiempo vuele y salió ya muy tarde hacia su casa. Atravesando la chopera de A Pena se llevó el susto de su vida porque, según relató a los vecinos admirados, le habían rodeado un montón de lobos que él fijó en diez. Podéis suponer sus blancos dientes erizados, suponed también los ojos sanguinolentos de tantas fieras, los aúllos estrepitosos…aunque lo que más le impresionó, a punto de morirse de miedo o porque se lo manducasen, fue que el lobo que parecía líder le echó una pata y lo retuvo por la camisa.

En la mañana de aquel domingo, en la puerta de la iglesia se concentraron todos los vecinos y él contaba y contaba, aunque de pura casualidad, ya lo hemos dicho. Al fin la más vieja del pueblo sembró la duda: “muchos lobos me parecen”. Y el hombrecillo poco a poco fue rebajando lobos, nueve, siete, tres. Desde tres a uno fue resistiéndose al ver aquellas miradas de desconfianza, hasta que al final confesó el susto que le metió aquella zarza.

Cuando en las noches de invierno negras y mojadas o en las del verano transparentes y sudadas, se oyen sobre los duros peñascos los aullidos terroríficos de los lobos, en Edroso sus buenas gentes se ríen a carcajadas.

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