Opinión

Inventar otra escuela

He dedicado tantos años a ella que ahora al mencionarla  he de hacerlo con esmero. Tal miramiento es imprescindible pues es alta su fragilidad. Presenté la tesis doctoral que me dirigió el magnífico Inspector de inspectores Rogelio Medina Rubio, en aquel Madrid todavía ochentero. La hice sobre el tema que refleja su título: “Diagnóstico de comunicación en el aula no universitaria”. Entonces las llamadas escuelas de Magisterio, las facultades, los institutos… estaban de espaldas a lo que para mí, joven profesor, era de urgente implantación. Las entonces denominadas nuevas tecnologías fueron incorporándose lentamente, casi a rastras, en el mundo educativo. Luego cuando se hizo no se hizo bien pues estaban más equipados los alumnos urbanitas que la propia escuela. El mundo rural quedó fuera y aún hoy  se equipan esas zonas con instrumentos  enanos y de resolución deficiente.

Ahora en el tiempo de la pandemia la escuela ha podido acercarse más o menos a cada hogar y gracias a un planteamiento online los profesores hicieron más fácil lo que es verdaderamente difícil: la comunicación con el alumno y la de éste con el profesor.  Pero a fuer de sinceridad he de decir que lo que me preocupa es que la escuela hoy no acaba de ser tal. La escuela no acaba de responder con rapidez a una serie de preguntas que se le hacen. Tampoco la escuela europea. 

¿Qué es educar? ¿Qué contenidos? ¿Qué valores consensuados? ¿Para qué sociedad estamos educando? ¿Quién educa? ¿Qué pinta una escuela que reproduce una sociedad desnortada, desigual, confusa, y a veces desquiciada?

No hablo de nuevos métodos. Educar en Europa no es educar hace años. La sociedad, y no tengo que jurarlo, no es la misma y los planteamientos intelectuales tampoco. El respeto a los derechos del ser humano, el reconocimiento de la mujer como fuerza primordial del devenir, el hambre persistente en 1.700 millones de personas,  el sector servicios generando más riqueza que el sector industrial, la liquidación de las clases medias, el cuidado de la naturaleza, las renovadas tensiones Norte-Sur y de nuevo Este-Oeste, han de tener un planteamiento educativo. Urge inventar una escuela para una nueva mentalidad.

No creo que la solución sea crear un libro blanco que se nos convertirá pronto en negro. No creo que la solución venga por atornillar a las nuevas generaciones de profesorado con múltiples palos en las ruedas. El profesorado es bueno. Déjenme decirlo de otra manera: el profesorado es muy bueno. Pero lo que no es y creo que no debe serlo es “la diosa Kali de los múltiples brazos”.  Parece imprescindible multiplicar el profesorado, que ya no tiene la misma función que tuvo.

Se me dirá que este mundo se ha vuelto loco de remate. Aquel que vivieron nuestros antepasados sólo tenía un pizarrín y un encerado vede y ¿saben una cosa? Aquellas mujeres y hombres del pasado no lo hicieron tan mal y lograron equiparnos para un tiempo que nadie podía prever.

La palabra Europa nos deslumbra, pero estoy convencido de que esta escuela europea está bastante pasada de fecha. Aunque me da miedo imaginarla caducada, porque es la que tenemos.

Decía aquel hombre que le llevó su niño al profesor: “Hagan lo que puedan con él. Y si no aprende a leer, por lo menos que aprenda a escribir”.

Pues, eso.

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