Opinión

La carta de Listen

Serán las nueve y pico. Me dicen: “alguien acaba de meter este sobre por debajo de la puerta”. Me extraño. Rasgo el sobre. Hay una nota en mayúsculas: “Publíquenlo por favor”. Y un nombre “Listen”, subrayado. 

… Padre que estás en los cielos, estate aquí con nosotros. Acércate como haces en las mañanas llenas de la escarcha que se comen los corderos, o en los mediodías cuando te esparces como una luz sobre los valles, o en los atardeceres cuando eres esa claridad ya mínima que se va acurrucando humilde para que luzca la noche tendida en el cielo como una colcha de lunas y lunares.

Santificado sea tu nombre por cada criatura, por cada cosa, por el monte que camino o por la llanura, por el agua que brama en la tormenta o que cae leve y mansa dándonos besos de ternura.

Venga a nosotros tu reino, tu forma de hacer las cosas, esa otra cultura. Que pone a la amistad y la querencia por encima del egoísmo, del odio al diferente, al extranjero, al minusválido, al vecino del cuarto, a la señora de enfrente, al simpático Down o al moro que nos ofrece, amable, un transistor o unos guantes.

Se nos hace difícil decir “Hágase tu voluntad”, porque lo que realmente queremos es que se cumplan nuestros deseos, lo que tenemos pensado, meditado, organizado, negociado, ya pactado, encaprichado, firmado y sellado. 

Danos el pan de cada día. A todos y a cada uno. Aunque no tengamos ni tan siquiera papeles; aunque nuestra piel sea oscura como era la tuya cuando se te ocurrió venir y quedarte, entre nosotros, acampado en el suburbio como un sin techo cualquiera. Padre de los desheredados, de los traficantes de sueños en las papelinas. De las mujeres que venden a la fuerza su esperanza y su tristeza. Padre de quienes duermen al raso o sobre los cartones. Padre de los asustados por los ERE o los ERTE. De los que no saben si tendrán mañana para su gente. Dales Señor la seguridad de que multiplicarás los panes y los peces. Y no esperes a “mañana”. Que sea hoy, Señor, su día de suerte.

Nosotros perdonamos, Señor, a regañadientes. Por ello perdónanos nuestras deudas, pero hazlo a tu manera. No a la nuestra. Nosotros no perdonamos nunca y somos poco “olvidadores”. Muy autosuficientes.

 Y no nos sometas a ninguna prueba. No hace falta. No te fíes de nosotros, de ninguno. Que somos una panda, unos creídos… en fin… una banda.

 Y líbranos de todo mal y de este virus que nos tiene locos, muy asustados, sufrientes y apenados. Todo eso a sabiendas de que vamos a negarte ya, inmediatamente, una vez que hagas el milagro de curarnos de este número 19, que nos tiene aterrorizados, agobiados, muriéndonos a puñados. Pero, con todo, hazlo nuestro Señor que somos tus hermanos, también de sangre. Aquella que derramaste y se quedó marcando el dintel de la puerta, para que pase de largo el ángel y no nos toque la peste ni su alfanje…

¿Alguien sabe quién es el tal Listen? Bueno, no se molesten. A buenas horas… pregunto. Un agradable olor a cake o a roscón berciano entra también sin pedir permiso por debajo de la puerta de mi oficina.

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