Opinión

Llévate el niño a los EPSA, anda

En esto de la Psicopedagogía, hágame caso, también influyen las modas. Hace algunos años las chicas y chicos de los centros escolares con problemáticas de aprendizaje solían tener el diagnóstico de “dislexia”. Recuerdo aquel buen hombre que muy preocupado por su retoño acudió, dándole vueltas a  su gorra negra, con notable ansiedad y nos dijo de inmediato: Que me han dicho que mi hijo, de 12 años, tiene dislexia… y que si es una enfermedad grave…y qué medicinas podría tomar. 

En la actualidad es otra la moda y verá usted el innumerable grupo de chicas y chicos a quienes alguien ha diagnosticado como “hiperactivo”. El problema se complica porque muchos de esos alumnos acuden ya con una medicación. Menos mal que  suele ser sencilla y eliminable por la orina. Durante un tiempo se denominaba “Disfunción cerebral mínima” e impresionaba mucho. Ahora se une la hiperactividad a la falta de atención y la cosa cambia. Vamos, que los padres prefieren tener un chico con esa hiperactividad moderna. O sea… el chico y la chica son listísimos pero… “un poco despistados”.

Estoy seguro de que los psicólogos y pedagogos son unos profesionales como  la copa de un pino y seguro también de que tales diagnósticos no les pertenecen y procederán  de buenos vecinos, insoportables cuñados o a saber. Porque esa es otra, oiga, que de esto de educación sabe todo el mundo. Bueno…de educación y de fútbol. Yo mismo suelo equivocarme en los pronósticos deportivos habitualmente y sin embargo pongo cátedra sobre el  Coruña o el Celtiña en el bar de mi barrio.

Ahora en prácticamente todos los centros hay un profesional de la Orientación. Sabrán ustedes que esos profesionales han superado una durísima oposición y además, me consta, se ponen al día diariamente estudiando como bellacos. Pues con todo y eso la gente cree que son profesores oriundos de Pakistán. Son tan buenos como aquellos del Equipo Psicopedagógico de Apoyo (EPSA), se lo digo yo.

Aquí, a medio diálogo con usted, me pilla la llamada telefónica de José Luis Camba. Dejo de escribir un momento. Me dice que el día 20 celebraremos las jubilaciones de este año.

Allí estarán Pepe Delgado, al que conocí hace un montón de tiempo, a través de la mirada dulce de su niño, que está hoy con Clemente y con Isabel Nogueira y con Dª Joaquina, en esa escuela del recreo perenne. Asistirán tantos amigos míos como Alberto, como Mª Esther y Olga y Mª Carmen y Paquita y Mª Teresa y el cineasta Baladrón y los entrañables Jandita, Ojea, Veloso, Pilar, Ana Isabel, Elena, el gobernador Roberto, la artista orfebre Olga Araujo (a la que no he visto desde yo qué sé) y Mª Rita y Belén, a la que dejo al final por esta época que le es tan apropiada. 

Si hoy estuviese en activo este EPSA, le recomendaría yo a usted que les visitase ante el más ligero problema escolar de sus hijas o hijos. Pero hoy, y bien que lo siento, sólo van a estar accesibles para Domingo Otero y José Luis Seoane, que se nos han hecho “mayores” aunque para ellos “no ha pasado el tiempo”. El tiempo es, ya no es, ya se marchó, nunca ocurrió. Igual que vino se fue pinchado en una aguja del reloj de su pared.

Los psicopedagogos, estoy convencido, no tenemos buena prensa, fíjese sino en esta columna.

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