Opinión

Si anochece

Reza siempre. Aunque Dios esté de espaldas. Me preguntaba yo que quería decir aquella mujer. Un día, ya avanzados mis treinta años, se lo pregunté de manera abierta. Me quedó mirando con aquellos preciosos ojos que me parecían los más hermosos del mundo. Creía yo que los ojos de ellas, de todas, tenían como el de mi madre un pterigio minúsculo que no sería sino el rayo del amor materno. 

Me he acordado de ello ahora, en esta noche oscura del mundo. Vagamos desconcertados, despistados, angustiados con nuestra pandemia a cuestas. Ahora ese problema puede ser personal pero también comunitario. Se nos ponen caras de pazguatos. Pazguato no es, para el diccionario, un tontaina sino aquel que se extraña o escandaliza por cualquier cosa que ve u oye. Extrañados estamos de lo que ocurre en el mundo que nos rodea.

Tendrás la sensación, mi querido hijo, de que no te oye. Tendrás urgencia de su ayuda, de su consuelo, de su palabra y sin embargo le notarás lejano. Importuna a tiempo y a destiempo y harás que vuelva su rostro y brille, de nuevo, sobre ti. Muchas veces, y no me preguntes el por qué, sentirás, y también le ocurrió al propio Jesús, que has sido abandonado. Muchos santos lo cuentan poéticamente hablando de la noche oscura del alma.

Cuando llega esa oscuridad y no encontramos la luz nos echamos a temblar. Si fuésemos santos, que no lo somos, lo tendríamos fácil. Lo que pasa es que los santos, mujeres y hombres están hechos de esa madera durísima que llaman guayacam y aunque sientan sublevarse sus entrañas… lo soportan estoicamente. Nosotros que somos de madera blandengue podemos acudir a algunos trucos. ¿Cuáles? Pregunté de manera urgente.

Como mujer inteligente me devolvió la pregunta: ¿Cuáles crees que son los trucos? Aventuré yo que si rosarios, que si misas y limosnas. Aceptaba ella cada una de mis sugerencias con un leve parpadear y esperaba. Entonces me encarrilaba y seguía: ofrecer el sufrimiento… y amar al prójimo. Entonces sonrió y dijo: Ya sabes lo que es preciso hacer. Hazlo.

Es que… las misas se me hacen pesadas, los rosarios con cincuenta avemarías eternos, las limosnas ya no se llevan que para eso están ahora los Asuntos Sociales…y el sufrimiento… El ser humano huye del dolor, al ser humano le imaginamos diseñado para la comodidad. Por eso el cristianismo no tiene mucho futuro, pienso yo, porque exige, se pone pelma, da la brasa, incomoda siempre.

Al fin pregunté ¿y por qué se pone Dios de espaldas? Me respondió de forma curiosa: Aunque te lo parezca, realmente, no está de espaldas. ¿Cómo no? Pregunté yo. Contestó: No, está mirando por la ventana. Desconcertado inquirí de nuevo: ¿Y qué mira? 

Observa cómo piensas, cómo quieres, como perdonas, cómo te emocionas con esa luz que llega a ti penetrando aquella estancia, como ríes, cómo saltas, cómo celebras estar vivo en la fiesta de tu plaza, cómo construyes tus sueños con la sonrisa de los hijos o con un vaso de agua fresca, y cómo brindas por la paz en el mundo, o por tu pasado o por el presente que no son aire sino parte de tu alma.

Y “cuando amanezca la noche” veremos que siempre ha estado ahí, mirándonos, aquel que pensábamos lejano, enfadado y de espaldas.

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