Opinión

Siente un pobre a su mesa

Cualquiera se atreve! 

Primero tendríamos que dilucidar qué se entiende por pobre. Luego preguntaríamos si está al día en todos los papeles. Después podríamos exigirle un certificado médico, no vaya a traernos alguna enfermedad. Después preguntaríamos si es de aquí o de otra nacionalidad. Después si su color es el habitual o más bien es oscuro o aceitado. Si se conoce su familia. Si tiene antecedentes penales. Si es de religión cristiana. Si tiene estudios. Si alguna vez ha huido de la policía. Si ha tenido algún trabajo. Si alguien puede responder por él.

Luego lo consultaríamos en casa. Y allí nos preguntaría nuestra señora, a ceño fruncido, si le conocemos de algo, si te ha dado algún ictus o cosa similar, si crees que todo el monte es orégano, si piensas sentarlo allí con su madre, tan suya, vamos… tan de ella, si te va a pagar algo, si  es algún concurso de televisión, si piensas “quedarte con ella” en estas bromas de mal gusto. Y… ¿los niños? Seguro que pensarán que estás tonto, que te ha dado un chungo, que ellos no se van a sentar con cualquiera, que si va a estar duchado el pobre, que si huele bien, si juega en algún equipo de la Premier League…

Y ya no te pones a contestar el amplio cuestionario. Crees haber perdido la batalla.

Hoy que es domingo suenan las campanas a chocolatinas y turrón. Nos vamos a misa. En la puerta hay gente pidiendo pero dice mi cuñado que él tiene oído que es aconsejable no darles nada, porque son gente disfrazada de pobre y siempre se ganó más pidiendo que dando. Que a saber… que quien te dice a ti que no te van a marchar con la cartera en un descuido, que son muy hábiles y que como no llegarán a los 400 euros el juez los pondrá de nuevo en la calle. Y seguro que te sentirás irritado.

Nos arrodillamos, nos ponemos de pie, nos volvemos a arrodillar y nos sentamos. El cura habla desde el púlpito y dice que vamos a entrar muy pronto en la Navidad. Que preparemos los corazones para recibir al Señor. Y vamos y nos ponemos emocionados al observar mientras habla que ya han puesto el pesebre con el niño, la mula y el buey. El niño es precioso con los ojos azules y las luces del portal se apagan y se encienden  y se vuelven a apagar y a ponerse doradas y verdes. Qué bien, qué bonito es creer,  en diciembre.

Al abandonar la iglesia, allí a un lado, una mujer joven está dando a luz sobre unos cartones. El que parece su marido lo tapa con su chubasquero del Real Betis Balompié. La mujer sonríe feliz con el niño en brazos. Nos acercamos. Es un niño morenito y tan lindo que su sonrisa  da más luz que estas luces de Nadal  que ha puesto el alcalde. ¡Que llamen a una ambulancia! -dice el padre predicador-. ¿Tienen tarjeta sanitaria? -Pregunta el municipal-. 

Aún no es 25 de diciembre y aún puedes prepararles un sitio en tu mesa. ¿Te atreves? Bueno… tú mismo.

Juraría, pero no me hagáis caso, que se oye allá arriba, por encima del campanario una voz: “Lo que hagáis con uno de éstos lo hacéis conmigo”.

No es la Navidad de Berlanga. Es tu propia Navidad de 2019 y te la deseo muy feliz.

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