Opinión

Radioactividad, radón y cáncer de pulmón

Algunos elementos químicos tienen una composición nuclear inestable y tratan de estabilizarla modificando su estructura, y para ello, emiten partículas y radiaciones procedentes del núcleo atómico. Son los llamados elementos radiactivos. En este proceso se transmutan en otros núcleos que en ocasiones ya son estables y otras veces resultan núcleos nuevamente inestables, en cuyo caso, vuelven a transformarse; pueden seguir un proceso en cadena hasta que finalmente alcanzan una estructura estable.

Las emisiones radiactivas pueden ser de tres tipos: partículas beta (que tienen una carga eléctrica negativa y una masa despreciable), partículas alfa (que tienen una carga eléctrica positiva y masa a tener en consideración) y radiación gamma (que no tiene ni carga ni masa, son fotones de una gran energía). Estas llamadas radiaciones se caracterizan porque ionizan la materia por la que se desplazan, atraviesan materiales opacos a la luz visible -no todas con la misma facilidad- e impresionan las placas fotográficas. Además, producen efectos biológicos sobre los núcleos de las células. provocando, unas veces, efectos inmediatos como quemaduras o efectos a más largo plazo como el cáncer y mutaciones cromosomáticas que derivan en defectos genéticos.

La actividad de una sustancia radiactiva nos indica la velocidad a la que se desintegra y se mide en bequerelios. Un bequerelio equivale a una desintegración por segundo. Se llama período de semidesintegración al tiempo que tarda una muestra radiactiva en reducir su número de átomos a la mitad. Varía mucho de unos elementos a otros, en el uranio 238 es de 4.510 años, mientras que en el radón 222 es sólo de 3,82 días.

En las rocas graníticas existe uranio radiactivo que se transforma en radio que, a su vez, evoluciona produciendo gas radón. El radón sale a la superficie terrestre a través de las grietas de la misma; también aparece mezclado con el gas natural, en el agua de algunos manantiales y disuelto en las aguas termales. Detalle, este último, a tener en cuenta en algunos balnearios.

El radón pertenece al grupo de los gases nobles: es incoloro, inodoro, insípido y de una gran densidad (9,910 g/litro) si la comparamos con la del aire (1,293 g/litro). Debido a su elevada densidad tiende a depositarse en las zonas más bajas de las dependencias en las que se libere. Por ello, es difícil eliminarlo con una simple ventilación, sobre todo si se localiza en los sótanos o bodegas de un inmueble; habrá que recurrir a ventilaciones forzadas mediante procedimientos mecánicos adecuados.

En Galicia abundan las zonas graníticas y este dato habrá que tenerlo en cuenta en el momento en que se proyecte un edificio y habrá que sellar perfectamente sus cimientos para evitar que el radón penetre en el mismo. De no hacerlo, nos vamos a encontrar con elevadas concentraciones de este gas en los niveles más bajos de la construcción. Y aunque el radón tiene una vida media muy corta y desaparece en poco tiempo, siempre habrá uranio, cuya vida media es muy grande, para seguir produciendo más radón.

Al respirar aire con un contenido elevado de radón lo introducimos en los pulmones. Como es radiactivo emite partículas alfa y se transforma en polonio, que también es radiactivo y emite, a su vez, partículas alfa. Estas partículas dañan el tejido pulmonar y provocan mutaciones en el mismo que originan el cáncer de pulmón. Es la segunda causa de esta enfermedad después del tabaco. El tabaquismo, sumado a vivir en una casa con alto contenido en radón aumenta notablemente el riesgo de padecer este tipo de cáncer. El cáncer de pulmón es la primera causa de muerte por cáncer.

La forma de corregir la presencia de concentraciones de radón peligrosas para la salud sería sellar convenientemente la base del edificio que está en contacto con el suelo y ventilar sus dependencias utilizando los recursos técnicos más adecuados.

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