Opinión

Avenida Wilson - Curros Enríquez

(2) Curros Enríquez, desde aproximadamente el cruce de Sáenz Díez, sentido al campo de San Lázaro.
photo_camera (2) Curros Enríquez, desde aproximadamente el cruce de Sáenz Díez, sentido al campo de San Lázaro.

Un tema que me resulta interesante es el relativo a los nombres de las calles y, los para mí, desagradables cambios que con demasiada frecuencia se hacen. Mi opinión ya la sabéis: el orgullo que puede suponer que le den tu nombre a una calle o edificio no compensa con el deshonor que supone te lo quiten. Por ello pienso que ese honor debe ser reservado para quienes basen sus merecimientos en todo tipo de actividades, siempre que estas no tengan relación con la política. Se pueden ampliar las limitaciones, pero esta se ha demostrado que es básica, máxime cuando un día “mandan unos y otro…”. Ya que, para los militares, se reservan las medallas, yo a los políticos les concedería diplomas o bandas.

Viene este preámbulo a cuento porque empiezo a poner en duda que haya existido en algún momento la avenida Wilson en nuestra ciudad.

(1) Foto de 1925: la calle vista desde aproximadamente delante de la Torre, dirección Puente Nuevo.
(1) Foto de 1925: la calle vista desde aproximadamente delante de la Torre, dirección Puente Nuevo.

Según la prensa, el 15 noviembre de 1918 el pleno municipal aprueba por unanimidad dar el nombre del presidente Thomas Woodrow Wilson a la calle que une el campo de San Lázaro con el nuevo puente de hierro. El motivo es la decisiva intervención de éste para el fin de la guerra en Europa. En principio, todo el mundo estaba de acuerdo, solo se escucharon algunos tímidos reproches por haberse retrasado su intervención, pero la alegría que producía el final del conflicto los tapaba. En ese mismo pleno se escuchó la necesidad de dedicar también dos calles de la ciudad a personajes de prestigio como el poeta Lamas Carvajal y don Ildefonso Meruéndano (exalcalde, político y farmacéutico). Como al final estos dos hechos no se ejecutaron… Sé de manera cierta que la calle a Lamas hubo que esperar hasta 1925 y la de Meruéndano no me consta que llegara a asignarse. Tampoco encuentro referencias a la calle con ese nombre en esos años, aunque si veis la fotografía 2 que os muestro veréis que no había negocios que pudieran anunciarse en esos tiempos.

Fue esta una calle que en sus comienzos no generaba el interés de los ciudadanos; se trataba de un camino de tierra que formaba parte de la zona conocida como O Campo das Bestas, utilizada como zona de extracción de arcilla, “coios”, etc., principalmente al lado del río, donde también se sabe de la instalación de fábricas de ladrillos. El nombre provendría del uso de esos terrenos para enterrar animales muertos por enfermedad no aptos para el consumo, su cercanía al campo de la feria (San Lázaro) lo justificaría.

Es en 1903 cuando comienza a convertirse en el gran vial que hoy es. Ese año, la Cámara de Comercio insta al gobierno municipal a mejorar las conexiones entre la ciudad y la estación de Canedo (depender del puente viejo era un riesgo por su mal estado), apuntando la zona de San Lázaro y su continuación hacia el río como la más interesante.

A pesar de ser acogida la idea con gran interés por todas las partes, hubo que aguardar hasta 1908 para tener el proyecto de la parte más compleja: el puente de hierro, y hasta 1911 para que empezaran las obras. Desde ese momento, aquel camino de tierra comenzó a ser itinerario de paseos y mostrarse cada vez más interesante para instalación de negocios y viviendas. Incluso llegó a proponerse darle nombre y en 1913 se pensó en llamarla avenida Francisco de Moure. Como sabéis, nuestro escultor al final tiene calle en el Couto.

Hasta 1918, en que se inauguró definitivamente el puente, la calle se conocía como Carretera de la Estación o Camino del Puente Nuevo, y comenzaban a aparecer edificios, algún chalé (el del doctor Gil Torre fue posterior, circa 1928, que después fue sede de la Jefatura Provincial del Movimiento, hasta hace poco oficinas centrales del Banco Pastor) y los primeros negocios: almacenes de construcción y talleres fueron de los primeros en aparecer. Otro dato en el que debo profundizar es ¿por qué un año después de su inauguración el acceso al puente estaba vallado? La valla no se quitó hasta el 19 de septiembre de 1919. Dicen que un problema de expropiaciones tuvo la culpa, pero…

En junio del 25 se decide bautizar tres calles de la ciudad: la calle del Instituto pasa a ser Lamas Carvajal, nace la avenida de La Habana y se honra a Curros Enríquez dándole su nombre a esta calle. Lo extraño es que no encuentre prensa donde se comunique que la calle cambiaba de nombre (seguiré pendiente de ese tema). Desde ese momento se inicia el verdadero desarrollo de esta avenida.

(3) Esquina con Samuel Eiján.
(3) Esquina con Samuel Eiján.

Para despertar vuestros recuerdos voy a intentar recordaros algunos de los negocios que aquí estuvieron. Como os comenté, fueron los talleres de vehículos de los primeros en abrir, y con ellos también garajes y distribuidores. El más recordado, el Garaje Americano de don Justiniano R. Bouzo, pero no el único. Ramon Fidalgo tuvo un taller de carruajes, Manfer (Manuel Fernández), que reparaba carburadores y vendía automóviles, y la empresa Xesteira tenía aquí sus talleres. La administración de autocares a Verín salía de la esquina Paseo, Cardenal Quiroga, pero los talleres los llevaron a esta nueva zona.

Probablemente lo más recordado sean el Cine Avenida, Confecciones el Faro (Adolfo Domínguez) y Hotel Sila; pero para varias generaciones entre las que me encuentro, son los sanatorios de Juan Raposo (primer Santa Cristina, la entrada era por la avenida de La Habana tiempo después fue el de Julio García), o el de Luis Delgado Bartolomé, nuestro origen, en ellos nacimos. El doctor Conde Corbal se encargaba de los huesos ourensanos en el nº 12. Y aún hoy varios galenos consultan en esta avenida. La existencia de esas maternidades y consultas es posible que atrajera al almacén de material medico y productos de laboratorio Boente.

Otros negocios fueron La Unión Cristalera, el merendero El Recreo, las oficinas de Secundino Couto Solla, o la casa Cross, y lo que pocos recordamos es que el Consulado de Portugal residió unos años en la calle.

Continuaré pendiente de esos datos que me faltan por confirmar, y de paso os propongo una pregunta: ¿llegó el Parque de San Lázaro a llamarse Parque de Alfonso XIII? Os puedo confirmar que en mayo del 27 se aprobó en el pleno municipal.

En 1927 decía la prensa: “Huyó la elegancia del Posío para refugiarse en la avenida de Curros Enríquez”, en alusión a que esta calle se había convertido en una de las zonas de moda para el paseo dominical.

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