Opinión

La Bilbaína: años oscuros y resurgir

Fermín y Galán (hoy Paseo), en los años de la guerra, (36-39). En el muro de La Bilbaína se colocaba una lona y en ella se proyectaba el seguimiento del frente de batalla en la Guerra Civil. (Fotografía Revista Vida Gallega enero del 32.)
photo_camera Fermín y Galán (hoy Paseo), en los años de la guerra, (36-39). En el muro de La Bilbaína se colocaba una lona y en ella se proyectaba el seguimiento del frente de batalla en la Guerra Civil. (Fotografía Revista Vida Gallega enero del 32.)

En el capítulo anterior dejamos la historia en un difícil momento. Si no habéis leído mi artículo de la crónica negra "Semana Trágica, junio del 36", necesitáis saber que el 8 de junio, durante un tiroteo dentro del local, fallecieron dos personas. Eso supuso un tiempo de cierre en el que, por mis datos, de alguna manera el local recuperó su antigua utilidad como comedor del hotel que seguía funcionando. De hecho, los propietarios no sé si de manera voluntaria ¡o no! organizaban siempre que se les requería el “Día de plato único” para recaudar fondos destinados al frente…

Pero ese casi obligado parón que sufrió la sala durante los primeros meses de la contienda del 36, en lugar de borrar del recuerdo La Bilbaína, probablemente lo avivó. Me explico:

El solar que está a su lado, donde muchos recordamos el Banco Hispano, en aquellos tiempos estaba sin construir y servía de comodín para muchas actividades. Don Secundino Feijoo sin ir más lejos, el del circo, actuaba ahí con frecuencia; su número de toros amaestrados no precisaba mucho espacio. Pero lo que de verdad hizo popular ese solar, y la pared que veis en la fotografía de hoy, fue que durante la Guerra Civil se realizaban unas proyecciones como si de un cine se tratara (realmente en ocasiones hacia funciones de cine al aire libre), con las que se podían seguir los movimientos de las tropas en el frente. Muchas familias ourensanas vivían pendientes de esas noticias, también se proyectaba con regularidad la imagen de Franco (1937). Se encargaban de actualizarlo los gestores de la Oficina de Frentes y Hospitales, situada en la antigua Chevrolet (hoy Banco de Bilbao), bajo la supervisión de la Oficina de Propaganda del Gobierno Civil.

Durante el 37, poco a poco, que las cosas no estaban para mucha fiesta, se intentó recuperar la normalidad en la sala; pero los días de verdadero apogeo eran los dedicados a festivales benéficos (en abril del 37 se celebró uno de los más concurridos, eran en beneficio del Auxilio Social de invierno, y hubo que habilitar el solar contiguo para dar cabida a todo el público). Durante esos años, todas las cuestaciones que se realizaban, tanto para mejorar las condiciones en el frente, como para Auxilio Social, sin olvidar en ocasiones la compra de material militar, eran de carácter “voluntario” y todos los negocios, en especial los de ocio y restauración, aparecían siempre en los listados de contribuyentes, y no precisamente con cantidades pequeñas.

Con ese panorama, a finales del 38 el local vuelve a manos de los propietarios del hotel, quienes hacen unos cambios y lo transforman en restaurante. En junio del 39, por enfermedad del propietario se anunciaba el traspaso del hotel, pero finalmente falleció y la viuda, Ramona Vázquez Cancio, decidió continuar con la empresa. Eso sí, tan pronto pudo se desligó del restaurante café.

En los 60 aún se mantenía el ambiente marinero en la decoración de la sala, en el escenario presidía el puente de mando del capitán del navío con un salvavidas. 

En noviembre del 40, ya de nuevo como café cantante, abrían temporada Julita Castejón y Antoñita Dato, dos “canzzonetistas” de prestigio habituales de las salas madrileñas.

De aquellas era Antonio Soto Iglesias (hombre muy popular en la ciudad, gran bailarín que formó parte de la Coral De Ruada y de Os Enxebres) quien se encargaba de buscar y contratar a las artistas (y algún artista), gracias a sus datos hoy sé que, de las grandes del panorama nacional, solo Celia Gámez actuó en La Bilbaína; Raquel Meller, Estrellita Castro y Lola Flores estuvieron en Ourense, pero las salas fueron el Regional y el Royalty.

Años después se haría cargo de la sala don Antonio Campos Ramos y ahí comenzaría la etapa más “tranquila” de la sala; ¡bueno!, lo de tranquila no incluye precisamente aburrimiento, algún día contaré detalles “interesantes” de esa época en la que se convirtió en la sala que hoy muchos recuerdan con añoranza… ¿sabíais que en esta sala se gestó el nacimiento de la Sociedad Filatélica Miño? 

Eso será otro día. “Cultura, señores, cultura; lo que se tenga que enseñar se verá…”

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