Opinión

Otras historias del Miño

Imposible condensar en tan poco espacio las historias de nuestro Padre Miño, así que si hace unos días os daba unas pinceladas sobre sus lugares y la pesca, hoy quiero continuar con otra de las fuentes de ingresos que el Miño facilitaba.

El pasaje, o transporte de viajeros y mercancías entre orillas, fue durante mucho tiempo parte importante de las economías de pueblos ribereños. La inexistencia de puentes obligaba al uso de este medio para franquear las en muchas ocasiones peligrosas aguas del Miño. Las barcas de Untes, Prado, Barbantes, Ribadavia... fueron famosas y longevas, desapareciendo las últimas pasada la segunda mitad del siglo XX.

Las próximas a la ciudad fueron dos, y en ocasiones tres. La de Portovello, que lógicamente utilizaba las rudimentarias instalaciones que allí había (supongo que enfrente se usaría la rampa de Oira Vella, que no he podido confirmar si tenía instalaciones pero figura como punto de amarre de barcas de pesca), y la barca o barcas de Ourense (en ocasiones en las que el puente no era transitable llegaron a ser necesarias dos barcas), que tenían la “administración” en el Porto Auriense, a la altura de la capilla de Os Remedios, y supuestamente en la orilla de Canedo habría una zona de desembarque que no he conseguido identificar. Como es de suponer, los momentos de más trabajo eran los que se correspondían con la feria de Ourense, días en los que los asistentes y sus mercancías requerían los servicios del barquero.

Al hablar de esto siempre recuerdo una anécdota que me contaba el amigo Ernesto Ferro de cuando subieron a una vaca que venía para la feria a la barca. Estando en medio del río, la barca zozobró y la vaca, que debió liarse las patas con unas cuerdas, se hundió a plomo en las aguas. Dicen que los mozalbetes del puente, en unas cuantas zambullidas y armados de cuchillos, dieron buena cuenta del animal, no era cosa de que se perdiera tanta carne en aquellos tiempos de escasez.

Las barcas de pasaje que realmente funcionaban eran de gran tamaño, con fondo plano y proa y popa adaptadas para facilitar la entrada de carros desde la orilla. Cuenta don Xesús Ferro Couselo que: “As barcas do Porto de Ourense no 1436 podían transportar 20 rocíns cargados e os seus mozos”.

Pero la modalidad de pasaje más recordada era la lúdica: en cualquier fiesta que se celebrara con buen tiempo aparecían las barcas (muchas de pescadores sin acondicionar) con sus propietarios dispuestos a ganar unas perras dando paseos a la parroquia de un lado a otro del río. Por datos leídos en la prensa antigua sabemos que los accidentes ocurridos eran frecuentes, y lo que aún hoy no entendemos es cómo se seguía realizando esa actividad, máxime cuando la mayoría de los que fallecían ahogados era porque no sabían nadar.

Como prueba, me permito recordar el que probablemente haya sido el mas trágico accidente ocurrido en el Miño a su paso por Ourense. Ocurrió el 12 de junio del 1933, cuando un barquero invitó a unas jóvenes que estaban lavando ropa bajo la atenta mirada de unos “pollos” a dar un paseo gratis en barca (los jóvenes si querían acompañarlas pagarían a real por hora). Al final subieron a la barca doce personas contando el barquero y un niño que le ayudaba. Desde el puente nuevo, marcharon río arriba hasta el molino que estaba enfrente de la eléctrica. Allí existía una fuerte corriente y el barco se golpeó contra una roca, zozobrando y quedando debajo varios de los ocupantes. El recuento final se saldó con cinco fallecidos, tres de las chicas junto al barquero y el niño que le acompañaba.

El Miño es bello y generoso, pero siempre ha exigido un respeto, que a veces…

Si queréis profundizar en el tema, se han publicado varios trabajos de innegable interés:

Eladio Leiros Fernández, "La barca de Portovello en Orense", Boletín de la Comisión PMHAOu. Olga Gallego Domínguez, "As barcas e os barcos de pasaxe da provincia de Ourense no Antigo Réxime", Ourense, 1999. "Barcos e barcas no tramo ourensán do río Miño", Raigame, nº 17, Ourense, abril de 2003, pp. 47 a 58.

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