Opinión

Nada existe para él

Sostiene Putin que Ucrania no debería existir. Teniendo en cuenta que una nación no es otra cosa que la suma de quienes la habitan, se deduce que los ucranianos tampoco. Pero como existen, y están defendiendo la existencia de su patria con determinación y bravura, el autócrata del Kremlin sólo parece encontrar una fórmula para que prevalezca su erradicadora teoría, la de liquidar el país y al mayor número posible de sus habitantes. Y si la realidad se empeñara aún en desmentirle, insinúa estar dispuesto a volarla también con toda la humanidad dentro.

Nuestro presidente le llamó sátrapa en la inauguración del Mobile de Barcelona, lo cual chocaría en el ámbito de las relaciones internacionales y de la diplomacia si el sátrapa no las hubiera dinamitado previamente. Para Putin no existe la diplomacia, basta con verle y escucharle. En realidad, no existe nada para él o, cuando menos, nada que no sea el tormento interior que debe sufrir por andar a todas horas en su sola compañía. Inspiraría piedad esa tortura constante si no intentara alejarla de sí trasladándola al mundo que le circunda, y que existe mal que le pese.

Por las cosas que dice, pero sobre todo por las que hace, hay quien le califica de salvaje, pero el adjetivo no es el adecuado: los salvajes saben, bien que a su salvaje manera, amar. Putin, no. No le enseñaron (ahí está su biografía para quien quiera estremecerse repasándola), y ya es tarde. Se le ve cariñoso con los animales, pero, según los psicólogos, sólo como expresión de su repulsa y su desconfianza hacia los seres humanos. Podría dedicar también algún afecto a las personas por lo que de animales tenemos, pero no, ni por esas. Y ese desconocimiento del amor es el que aherroja a su pueblo y el que envía a sus ejércitos contra los otros pueblos.

Sostiene Putin que Ucrania no debería existir, y si por él fuera, según se va viendo, el resto del mundo tampoco. Como tiene un botón mediante el que, apretándolo, podría ejecutar su deseo, la cosa se complica, se nos complica. Trump, un primo suyo, también tenía un botón, pero supimos que en su entorno militar había algunos tipos no totalmente desequilibrados que le hubieran impedido apretarlo porque sí. Putin no tiene quien le tosa en el Kremlin, y menos quien le estorbara la acción de mandarlo todo a la mierda. Si supiera amar algo, cualquier cosa, aunque fuera ese maldito sueño imperial que dicen que tiene, encerraría ese botón nuclear en una caja con siete candados, y tiraría la siete llaves al Volga.

Así las cosas, Ucrania, que sí existe, defiende su existencia con valentía, sufrimiento y honor.

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