Opinión

De alguna manera tendremos que ir olvidando

Recordando a Luis Eduardo Aute que, por lo que se ve , también quería olvidar, y quién no, habría que encontrar alguna fórmula para poder quitarnos de encima la pesadilla de estar siempre dándole vueltas a todas los trágicos acontecimientos que se han sucedido a lo largo de nuestra historia, antigua y reciente, en la que igual tenemos que pedir perdón por la traición a Viriato o la rendición de Numancia, como por la toma de Granada, el descubrimiento de América, la vuelta al mundo, la Santa Inquisición, las repúblicas, la guerra, la posguerra, la quema de Iglesias o la consagración del Valle de los Caídos, los enterramientos, el terrorismo, las víctimas, las condenas y los agravios de unos y de otros, sin que podamos vislumbrar un final para tan tristes episodios.

Tal vez sea porque haya diferentes sensibilidades, pero yo no veo que los de la Gran Bretaña estén muy preocupados por el exterminio, entre otros exterminios, de los indios de Norteamérica, ni que se lamenten de no haber tenido entre ellos a un fray Bartolomé de las Casas que los protegiera. También pudiera ser debido a la ausencia total del sentido del ridículo, tan arraigado en nuestra cultura pero que en la suya les sirve de motivación, y así se les puede ver eufóricos, cantando a pleno pulmón, sin el mínimo corte, la impresentable letra (el “Cara al sol” o la “Hay Carmela” serían categoría premium si las comparamos ) del “Dios salve a la Reina” y son capaces de tener un grupo musical con ese nombre, con un par. En estos casos es cuando uno se felicita de que nuestro himno nacional no tenga letra.

No veo que los belgas se estén flagelando todos los días por la masacre que ¡cuatrocientos años después de que Hernán Cortés se las viera con los mexicas¡ llevaron a cabo a finales del siglo XIX y comienzo del XX, es decir, en época relativamente recientes, en tiempos del rey Leopoldo II. Un auténtico genocidio con millones, sí millones, de víctimas con el único objetivo de obtener riqueza, aquí ni siquiera lo disimularon con misiones culturales o evangelizadoras no, directamente a la pasta, al caucho, más concretamente, y el que no recogía la cantidad asignada se le cortaban las manos o se le eliminaba sin más.

No veo que los franceses nos hayan pedido perdón por los fusilamientos del Dos de Mayo, que si no fuera porque Goya los inmortalizó, seguro que ya ni sabríamos que hubieran existido. De la misma forma que me da la sensación que también tienen más superados y olvidados, a pesar de que sus enterramientos son más recientes que los nuestros, todos los dramas surgidos de la segunda guerra mundial y dentro de ella, en esa contienda civil en una Francia dividida durante la ocupación alemana y parece que ya no se acuerdan de Vichy, Pétain, Laval, de los colaboracionistas, espías, violadores y traidores que de todo tuvieron en aquellos trágicos años. Una de dos; o tienen menos memoria, o tienen más capacidad para el olvido y el perdón. O también pudiera ser que son más espabilados y piensan más en el futuro que en el pasado.

No veo que rusos, alemanes, franceses, ingleses, italianos, japoneses, etc, estén dándole tantas vueltas a sus terribles pasados y da la sensación de que han sabido olvidar mejor que nosotros y enterrar para siempre sus Stalingrado, Mathausen, Pearl Harbor, Valkirias, Gestapos, Normandías o Hiroshima mon amour. 

Tal vez nos debiéramos mirar un poco esas “ansias vivas” que diría el José Mota, de revanchas y de volver al pasado, cuando llega la fiesta de la Hispanidad, una entrevista en la televisión de un exasesino, o cuando se intenta formar un gobierno estable, y siempre aparecen los perdones, los desenterramientos y los “no pasarán” o los “no es no” de turno, que viene a ser lo mismo.

El pasado, tanto a nivel personal como en un conjunto; mundial, nacional, regional o local, no lo podemos cambiar, es el que es, lo que si podemos es intentar un futuro mejor.

De alguna manera tendremos que ir olvidando y de paso, perdonando, para seguir viviendo. 

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