Opinión

“As nenas de Camariñas”

Hoy no se podría escribir una canción como ésta, aunque su preciosa melodía te llegue a conmover y te traiga recuerdos de otros tiempos, sobre todo si estás en la lejanía y te puedas encontrar en modo nostálgico, tonto o tal vez gilipollas, simplemente. 

“Ao pasar por Camariñas, por Camariñas cantando 

 As nenas de Camariñas quedan no rio lavando” (Dedicado).

 Sería calificada de machista, directamente, al tiro, como dirían en Chile, empezando por lo de nena, y más si se quedan en el río lavando. ¿E os nenos, onde están os nenos? Pues eso. Ya no sé si la podremos seguir cantando tranquilamente sin que la asociación de mujeres libres del lugar nos dé una paliza con la transversalidad, horizontalidad y psiquiatrización del cuerpo de la mujer, al mismo tiempo que el colectivo del orgullo loco nos corra a gorrazos por la plaza del pueblo.

Reconozco que lo de nena se las trae, sobre todo desde que Sara Montiel nos cantaba aquel picarón y antiguo cuplé: “Nena, me decía loco de pasión…” y encima el dicente era un viejo verde, pillín. ¡Ay Señor, Señor! Cómo van cambiando los tiempos y las sensibilidades. Que las nenas se queden lavando en el río, pase, pero si empezamos a mezclar lo de nena con la pasión, no la de Semana Santa no, no, con la otra, eso sí que tiene peligro, mal vamos.

Es un tema complicado, muy complicado. La naturaleza, o su jefe ha organizado esto de las relaciones entre los distintos sexos de una forma tan compleja, tan liada y muchas veces tan injusta; pariendo la que lo aborrece y abortando la que lo desea, y al mismo tiempo, mezclando la sexualidad con la procreación y la perpetuación de las especies, que nuestra capacidad intelectual no ha alcanzado el nivel suficiente como para poder comprenderlo e intentar ordenarlo de alguna forma; por eso los humanos, desde la noche de los tiempos, intentaron organizar todo lo relacionado con el trajín sexual entre hombres y mujeres, por medio de las distintas religiones que existieron y existen en el mundo; con sus pecados, castidades, confesionarios, penitencias, infiernos, burkas , ablaciones, aberraciones y demás inventos, traumas y paranoias, tratando de corregir el burdo, primitivo y efectivo sistema que la naturaleza ha creado para la reproducción de las diferentes especies con las que compartimos nuestro planeta Tierra.

Nos pasamos la vida tratando de entender los misterios de la naturaleza y en muchos casos, pensando ingenuamente que está en nuestras manos la solución de los problemas y de pronto, se le ocurre a un iluminado decir que el cambio climático se produce porque comemos carne, y otro, porque echan humo los motores diésel y otro, porque tenemos muchos plásticos, mientras que nadie nos explica por qué los cambios climáticos existían ya, e incluso eran mucho más extremos y violentos cuando todavía no había humanos, ni motores, ni plásticos en el planeta. Esto no quiere decir que no tengamos que hacer todos los esfuerzos posibles por cuidar y limpiar el medio en que vivimos; nuestros bosques, ríos o mares, pero de ahí a pensar que la solución está en nuestras manos, hay un abismo.

De la misma manera, tampoco es fácil de entender que a los humanos, con su inteligencia, razonamiento y sensibilidad, les haya adjudicado, prácticamente, al margen de pequeños detalles, dibujos y sutilezas, el mismo mecanismo de reproducción que a los caballos, los monos o los perros, por ejemplo, cuando a estos animales que calificamos de irracionales les ha proporcionado unos sistemas naturales de control que no se los otorgó a los humanos, al contrario, a nuestra especie le adjudicó en exclusiva distintas dosis y grados de imbecilidad que no se la otorgó a ellos, porque para ser imbécil hay que tener inteligencia, aunque sea muy poca, apenas unos trazos, pero que son suficientes para poder organizar una manada, grabarlo con el móvil y enviarles un whatsapp a los amigos comunicándoles sus “hazañas”.

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