Opinión

Que tú bordaste en rojo ayer

Si lo entiende, si le suena, o simplemente, si le trae recuerdos este título, al margen de que sea usted, faltaría más, de izquierdas, derechas o de frente, de mar o de montaña, de ciencias o de letras, progresista o lo contrario, que no sé cómo se llaman, porque creo que todavía no tienen nombre los que no progresan, es que pertenece usted, querido amigo o amiga, a ese selecto club de personas de edad avanzada, o de avanzada edad que, aunque parezca lo mismo, puede pasar como con el AVE, que, por lo visto, no es la misma cosa, la alta velocidad, que la velocidad alta. Ándale manito, para que vean.

El caso es que, sin saber los motivos, ni que haya saltado alarma alguna, una mañana cualquiera, sobre todo con vistas al otoño, te despiertas recordando una canción, un verso, una ilusión o tal vez una amargura que te transportan a otros tiempos, otros lugares o a otra dimensión, vaya usted a saber, donde la ficción y la realidad se funden con los sueños, la nostalgia y la incertidumbre. Así, a palo seco y por la mañana.

Sea por lo que sea, porque has vivido, porque has soñado,porque has ido, has venido, perdido, ganado, amado o así, porque has recordado o porque has olvidado, el caso es que, de vez en cuando, vuelven a sonar en tu memoria antiguas palabras, versos, canciones o campanas que te recuerdan la ya muy lejana infancia y juventud, cuando empezabas a soñar con que tal vez este país pudiera progresar cuando llegara la democracia y con ella la libertad, después de aquellos tiempos oscuros donde las cosas iban funcionando, mal que bien, porque había una preparación, una moral y una honradez que tenían la mayoría de los dirigentes, alcaldes incluidos, pero que, cuando en algunos casos fallaron esas cualidades, pusieron las bases para sembrar la semilla de esta corrupción galopante que preside nuestra actividad política contemporánea, tanto a nivel nacional, como local. Esto es así, porque la democracia, como la educación o la cultura, no se improvisa y no podemos entender cómo, a estas alturas, nuestro sistema democrático no disponga de un mecanismo automático que obligue a un personaje público a poner sobre la mesa toda la documentación, extractos y cuentas bancarias que se le soliciten en cualquier momento, no ya por cualquier autoridad, sino que incluso por cualquier ciudadano, ya que se trata de que es dinero público, y aquí la ley de protección de datos no debiera actuar, eso está bien para los particulares, pero lo que es público, debiera ser de acceso libre para los ciudadanos, como en una comunidad de vecinos; cualquier propietario tiene derecho a ver las cuentas, porque se da la paradoja que una cuenta bancaria de un particular que no cobra del erario público, entra a saco en ella cualquier inspector de hacienda que te quiera hacer una revisión de la declaración de la renta, o cualquier ayuntamiento que te la quiera embargar por una multa de aparcamiento, y por el contrario, si se trata de las cuentas de ayuntamiento o de un ministerio, que debieran públicas, porque es nuestro dinero, están protegidas. El mundo al revés.

Debiera ser muy sencilla la explicación; el que quiera privacidad, que no se meta en política, que se haga autónomo o que se busque un trabajo por cuenta ajena en cualquier empresa, así solo tendrá que dar explicaciones a sui jefe, pero el que sus ingresos dependan del presupuesto nacional, de esa misma caja de donde cobran los pensionistas, parados y vecinos, tiene que estar mentalizado a que cualquier ciudadano es su jefe.

Las cuentas de un partido político, ayuntamiento, diputación o cualquier otra institución pública debieran estar a disposición de los ciudadanos, a través de su página web, sin necesidad de pedírselas. Es su dinero.

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