Opinión

El cansancio de los viejos

Uno de los síntomas de la vejez es el cansancio, pero no es solo el cansancio físico que, viendo la energía que llevamos consumida de las pilas que nos instalaron en fábrica, podemos considerar como algo lógico y normal, pero no, me refiero al cansancio moral, espiritual, algo así como el cansancio del alma, el agotamiento, el no querer intervenir, discutir, exigir, el dejar que otros decidan por ti; por donde tiene que ir un tren o cómo tienes que vivir, escribir, hablar o sentir, con unas formas, a menudo autoritarias e irresponsables, conformándonos, con la tradicional resignación cristiana y la convencional, con soportar toda suerte de ingenuidades, inventos, tonterías y chorradas que nos vemos obligados a escuchar, ver y leer cada mañana temprano en Instituciones, periódicos y tertulias, protagonizadas por los que, paradojas de la vida, tendrían que llevar con prudencia y responsabilidad, los mandos de esta nave, de esta nueva arca de Noé, en la que navegamos todos. 

Es como si, teniendo que elegir a unos pilotos o conductores que nos tienen que llevar a un destino en tiempos revueltos, en un avión o autobús, nos decidiéramos por los más irresponsables, los menos preparados y los más gilipollas. ( como sabemos, en este último término, existen muchas variantes) 

Por estas fechas celebrábamos todos los años, una comida recordando nuestra licenciatura de aquella mili de los años sesenta del pasado siglo en el cuartel de San Francisco de nuestra ciudad, porque nuestro camarada de aquella promoción de voluntarios, Alfonso Arias, que es un hombre ordenado y detallista, guardaba nuestros teléfono y nos iba llamando a cada uno para quedar pero, desde que apareció la pandemia del coronavirus, dejamos de celebrarlo y ahora, según me cuenta Alfonso, los viejos supervivientes que siguen caminando con más o menos salero por la vida, ya no tienen ganas de festejos, no están animados, por no decir, desmoralizados, por lo visto, parece ser que esto suele suceder a menudo “en pasando” la barrera de los ochenta años. 

 Tiene su lógica, es una generación que se siente engañada desde la cuna con la cigüeñita de los huevos, después, la primavera, la camisa nueva y las banderas victoriosas del “caralsol”, los principios fundamentales del Movimiento, los Reyes magos y los otros, la dictadura, la transición y ahora, con lo que esperábamos de la democracia, mecachis en la mar salada, tampoco levantamos cabeza. No sé si me explico. 

Claro está que hay excepciones, en Galicia tenemos un gran ejemplo; Amancio Ortega, que sigue al tanto de sus Zaras en estos tiempos de incertidumbre, por aquí, habrá más, claro, algunos/as más, pero este es mi compadre; Manolo Carballo, de la centenaria Casa de los Lentes, que sigue liderando sus proyectos multinacionales en el mundo de la óptica; antes con Multiópticas, y ahora con Opticalia, y sin ir más lejos, leo en La Región, que mi hermana Mary Carmen, recibe el próximo día 24 en Santiago, un merecido homenaje, otorgándole el premio “Executivas de Galicia 2022” por su trabajo y dedicación a su empresa: Aceites Abril, que no sería la misma, ni habría alcanzado las cotas que ha conseguido, sin la iniciativa y el entusiasmo que siempre han presidido la vida de Carmen en todas sus facetas. 

No puedo evitar en estos momentos, recordar a su hijo; nuestro añorado José Manuel Pérez Canal, que pilotó la empresa, también la CEOE de Ourense, en los últimos años y que nos dejó prematuramente hace ahora cuatro, en noviembre de 2018, que con su madre, hermanos y hermanas, consiguieron consolidar esta gran empresa familiar.

Por eso, aunque estamos en tiempos de pesimismo, entre pandemias, guerras y calamidades, cuándo nos da la sensación de que la locura y la estupidez (esas enfermedades a las que la naturaleza, ella sabrá por qué, no les ha proporcionado ningún signo externo ni interno; dolor o fiebre, por ejemplo, demostrativos de que están infectados) han afectado profundamente a las cabecitas de los que llevan los mandos, no dejo de acordarme de aquel libro del cura, José María Díez-Alegría, (el hermano del general demócrata, de los pocos demócratas). Yo creo en la esperanza.

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