Opinión

La casa de las culebras

Pudiera parecer el título de una novela de intriga y suspense, donde los protagonistas se sirven de las serpientes para conseguir que nos sintamos expectantes ante una historia con un desenlace impredecible, pero no, la cosa es mucho más simple, es la historia de una casa abandonada, como tantas otras en nuestra tierra, es la historia de la dejadez, del abandono, del desprecio por la cosa pública, de la falta de solidaridad y respeto por sus vecinos, del no hacer ni dejar hacer, de la desidia, del “deixa que xa”. ¿E pa qué? “Pois sí”. En resumen, una pena, penita, pena.

Se trata de una casa semiderruida en una céntrica calle de la población de Seixalbo, en las cercanías de Ourense, donde por cierto, mi padre; Luis Canal Freire, se jubiló de maestro. Según leo en La Región, esta casa lleva más de ocho años con riesgo de derrumbe de las pocas paredes que le quedan en pie. Sus vecinos han denunciado en repetidas ocasiones esa situación, sin encontrar hasta el momento una solución a este problema que afecta a la seguridad, limpieza y estética del pueblo.

Como en mi es costumbre, no conozco los pormenores del problema, mi única documentación es la que me proporciona la noticia de La Región, pero me doy una idea de por qué se ha llegado a esta situación. Normalmente se abandonan las cosas que no tienen valor, nadie abandona algo que se puede convertir en dinero fácilmente, y me da la sensación de que este problema que ahora está afectando a los vecinos de Seixalbo, más que un problema de culebras, es un problema de perras, es decir, de dinero, y creo que se podría haber solucionado fácilmente en su día, con un simple letrero de “se vende”, pero ya sabemos lo que pasa con las valoraciones y las transacciones en nuestro país, ya que, a falta de una moneda de cambio convencional, porque no había un duro, se utilizó como unidad económica para el intercambio comercial; “a vaquiña” y a ésta le pasó un poco como al “bitcoin” actual, que ya no se sabe lo que vale, y entonces empezó aquello de “a vaquiña polo que vale, señorito” y ahí seguimos, más o menos.

Tampoco conozco la ubicación exacta de esta casa que está inquietando a sus vecinos como fuente de posibles infecciones y peligros, pero al parecer es céntrica, por lo que su mejor destino sería su demolición, casas hay de sobra, para convertirla en una plaza, un rincón para un lugar de encuentro con unos bancos y unos árboles donde poder tomar unos vinos y unas tapas. Tal vez, si en lugar de tantas denuncias, los vecinos hubieran hecho una cuestación, una suscripción popular, y negociaran directamente con la propiedad, tal vez se hubiera solucionado fácilmente el problema. 

Mucho más complicado, con menos justificación, y en tiempos de miseria, se hizo en su día una cuestación casi obligatoria en varios municipios coruñeses, para adquirir el Pazo de Meirás para que veraneara su excelencia. 

Tampoco sé de estadística, faltaría más, pero creo que no sería muy difícil obtener los datos precisos para confirmar que nuestra provincia de Ourense ocupa un lugar preferente, si no la primera, en patrimonio abandonado, sobre todo en el ambiente rural. Si no existe ya, habría que fundarla: La cátedra del abandono, podríamos ser pioneros y doctores en la materia, por falta de ejemplos para hacer estudios de campo, no será. 

Montes, fincas, estaciones, casas rectorales, edificios municipales, casas particulares abandonadas por todas partes pero eso sí, no les toques. Si abandonas un coche, se lo lleva la grúa municipal, se subasta si no lo rescatan a tiempo, y asunto concluido. ¿Por qué no se habilita una ley con efectos parecidos para los bienes inmuebles? 

Por si la asociación de vecinos de Seixalbo, se decide a abrir una cuenta para solucionar el problema directamente con la propiedad, sin denuncias ni juzgados, cuenten con mi primera aportación, no soy del lugar, pero, aunque solo sea en recuerdo del señor maestro “Don Luis”, que estoy seguro que se alegraría del buen final de la historia desde la otra dimensión, lo haría gustoso. También lo harían, seguro, amigos que tengo vinculados a Seixalbo, pero tranquilos, no los nombro, el caso es ponerse. Además, también podrían interesarse, (aparecerían en la placa) entidades públicas y privadas en patrocinar esa posible: “Plaza del pueblo”. Nunca mejor apropiado el nombre. 

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