Opinión

El chistoso imbécil que no pide perdón

Estos días saltó al estrellato mediático un desconocido chistoso que algunos han calificado de cómico, tratando de hacer una gracia sobre una niña o chica con síndrome o de down mediante un tuit irreproducible sobre una acción de este individuo que no quiero nombrar, aunque ahora estas autocensuras no sirven para nada porque te vas al Google y pones; “tuit sobre el síndrome de down”, o algo parecido, y te sale el texto completo, el nombre y apellido de su protagonista, sus seguidores que también los tiene, faltaría más, y los demás datos que te puedan interesar. En fin, como se suele decir, no hay palabras, solamente decir que la hazaña de este mamón, (la cosa va de mamada) ha conseguido que numerosas personas e instituciones hayan reaccionado ante tanta estupidez pidiendo explicaciones a este memo (¿también vendrá de ahí?) pero él se escuda, obviamente, en la consabida libertad de expresión para contestarles que no tiene que disculparse ni que pedir perdón.

Nos encontramos ante dos actitudes muy diferentes; por un lado, lo de tener que hacer chistes; esto sí que es una auténtica desgracia para los seres humanos y además, es antinatural por excelencia, en la naturaleza no se hacen chistes, nadie, ni buenos ni malos. Por otro lado, el acto de pedir perdón, mejor dicho, el de no pedir perdón, eso sí es totalmente natural, en la naturaleza, empezando por ella misma, que falta la primera vez que ante un terremoto, un tsunami, una gota fría o un cáncer de una niña de nueve años, tenga la sensibilidad, caridad, piedad o compasión de ofrecer una mínima disculpa, por lo que este elemento, tratando de hacer una gracia con su patético tuit, al no pedir perdón, no hace otra cosa más que seguir las directrices del orden natural, de cómo se actúa en la naturaleza desde la noche de los tiempos y que suponemos va a seguir igual porque está visto que no cambia. 

Esto de pedir perdón, tan frecuente entre los humanos civilizados, (mi tío Ramón era una persona tan educada que muchas veces, antes de dar los buenos días, ya pedía perdón, por si acaso) el homo sapiens lo ha ido incorporando poco a poco a su vida cotidiana tratando de corregir las barbaridades naturales y artificiales que contemplaba todos los días al levantarse por la mañana viendo que no había más que desgracias, miedo y violencia a su alrededor. 

El problema es que personajes como éste, que son capaces de emitir una señal tan clara de su imbecilidad, (tenemos también ahora otro ejemplo; con motivo de la muerte del piloto militar recientemente fallecido frente a la Manga del Mar Menor, en la que un independentista catalán de la ACN, emite un tuit en el que dice. “Ya están los capullos del Ejército lanzando residuos al mar”, o este otro también muy logrado; “ Contaminando el ecosistema. Espero que ninguna especie marina haya sufrido” No me digan que no tiene arte, gracia y talento el tío) se puedan incorporar tranquilamente a la vida social y ya no digamos política, sabiendo que siempre encontrarán apoyos enarbolando la bandera de la libertad de expresión pero sin saber hasta donde llegan los límites entre la libertad y la imbecilidad.

Pero no todo es negativo, siempre nos extrañó el hecho de que la naturaleza no nos hubiera proporcionado alguna señal de alarma natural como la fiebre, el dolor o los temblores, o por mediación de algún aparato tipo alcoholímetro o así, que pudiéramos detectar rápidamente en cualquier control a un imbécil, por fin ya lo tenemos, es como una confesión; leer sus tuits atentamente. 

La indignación surge porque todos nos admiramos cuando estamos ante un artista, cómico, pintor, escritor o deportista que escribe, canta o hace cosas que nosotros no somos capaces de alcanzar y por eso los felicitamos y aplaudimos, pero todos nos sentimos capaces de hacer el imbécil como el que más, solo hace falta tener el estómago suficiente. 

Te puede interesar