Opinión

Coronavirus que estás en los cielos

Perdona por el tuteo amigo virus, no sé qué decirte, tampoco es una oración, no te vayas a creer, pero hay un algo, algo, un come, come, que me inquieta, llevo mucho tiempo pensándolo y dándole vueltas, pero la verdad, no sé por dónde empezar, ni por dónde seguir, bueno, tal vez pueda ser aquello de; si no puedes con tu enemigo, únete a él, ya sabemos, la ley de los cobardes, pero es lo que hay, maldita sea, y si algo tenemos claro es que no podemos contigo, apareces y desapareces cuando quieres, estás en todas partes, cómo otros, juegas con nosotros al escondite de la muerte y no sabemos hasta cuándo, ni hasta dónde, no conocemos tus planes, ni tu hoja de ruta, pero tampoco queremos cabrearte, no sea que nos aparezcas un día con otro modelo de última generación, un prototipo, que nos aplaste. 

Sé que tu poder es infinito, sé que puedes mutar en infinidad de variantes, cepas, clases o como quiera que llamemos a esos sistemas que tienes para burlarte de nuestros cuidados, de nuestras distancias, ausencias, geles desinfectantes, mascarillas, medicinas, vacunas y sobre todo, de nuestra pena, de nuestra angustia, de nuestras despedidas sin poder asistir a los entierros, sin poder abrazarnos, sin poder consolarnos, nos queda solo la tristeza que “nao tem fim” , al recordar con nostalgia los tiempos de libertad, de poder viajar, de poder ver tranquilamente y abrazar a nuestros hijos, padres, hermanos, nietos y amigos, de poder asistir a nuestras reuniones de trabajo o de diversión, viajar, ir a la comida de los jueves con la peña, al cine, al fútbol o al teatro, esa bendita rutina que presidía nuestras vidas hasta que tu apareciste y que nunca le habíamos dado demasiado importancia ni prestado demasiada atención, como suele pasar con todas esas cosas que tenemos y que no las valoramos bien hasta que las hemos perdido.

Sé que estamos en tus manos y que en todo momento puedes hacer lo que quieras porque perteneces a esa misma fábrica que un día nos envía un huracán, otro nos sorprende con un terremoto, y otro día cualquiera nos puede aparecer con un meteorito, tenéis de todo, porque la variedad de armas de destrucción masiva de que dispone la naturaleza no conoce límites, siempre dispuesta a llevarse por delante todas las víctimas que se le antoje, solo es comparable con las muertes que produce la imbecilidad humana todos los días y todas las noches con sus guerras, bombas, fusiles y demás utensilios de matar que tenemos los habitantes de este sufrido planeta.

Ya nos habíamos olvidado de que este mundo que habitamos era aquel “valle de lágrimas” que rezábamos de pequeñitos junto a nuestros abuelos y tú has venido a recordárnoslo, pero nos queda la esperanza de que pronto nos dejes y te olvides de nosotros como hiciste en aquella pandemia de ahora hace cien años, la mal llamada gripe española, que teníamos totalmente olvidada y que nuestros antepasados nunca nos hablaron de ella. Nos hablaban de las guerras, de las grandes catástrofes, pero de aquella epidemia centenaria, nunca nos hablaron, hasta que tú apareciste otra vez porque se conoce que lo tenías apuntado en tu agenda y trabajas una vez cada cien años, porque tienes tu calendario, cómo esos volcanes que aparecen cada cien, doscientos, o quinientos años, porque también tienen su cadencia que nosotros desconocemos. 

También, a pesar de todos los avances de la ciencia, te estás comportando como en aquella ocasión, trabajaste a tope durante dos años; 1919 y 1920, .y despareciste y te olvidamos completamente hasta el punto de que pensamos que ya no existías. Ya ha pasado más de un año desde que empezaste con este covid 19 y no has parado de matar gente por todo el mundo. Amigo coronavirus, acorta tu actuación lo antes posible, ahora ya sabes que las cosas van más rápido, hay que evolucionar, tío, creo que tus jefes no podrán reprocharte tu trabajo, has cumplido tu misión, vete ya y avisaremos a nuestros descendientes de que estén preparados para tu próxima actuación, siguiendo tu calendario, para dentro de cien años, con la esperanza de que no les coja tan de sorpresa como a nosotros.

Hasta nunca, amigo, pero sin acritud.

Te puede interesar