Opinión

La cultura de la Navidad

Bueno, suena un poco cursi, tío, podías decir simplemente: Feliz Navidad o algo así, digo yo, como de costumbre, algo más convencional por estas fechas. Sí, sí, tal vez, pero es que ahora está muy de moda lo de la cultura, se usa para todo; la cultura del miedo, la cultura del odio, te acordarás, incluso, de la famosa ministra que en el Parlamento soltó aquello de la cultura de la violación, que Dios la perdone, porque, en todo caso, sería la no cultura, la incultura o la contracultura, como quieras, porque la cultura no es más que el distanciamiento que los seres humanos tenemos con los otros seres que no la tienen, con los que compartimos el planeta Tierra (en los otros planetas ya veremos lo que pasa) y que llamamos irracionales, aunque a veces nos entendamos mejor con algunos de ellos, porque no son imbéciles ni cabrones, pero que no tienen el nivel de inteligencia suficiente para poder decidir, tomar posiciones, distinguir actos, elegir, negociar, votar, etc.

Por eso, llegando estas fechas, los que hemos vivido desde niños esa cultura, ese espíritu navideño, no podemos evitar la nostalgia y los recuerdos que nos trae la Navidad, más concretamente, la Navidad cristiana, con su portal de Belén, San José y la Virgen María, los villancicos, los pastorcillos y el tamborilero, ron, pon, pon pon, hasta los Reyes Magos de Oriente que llegaron a Belén guiados por esa estrella fugaz y resplandeciente. . Una serie de historias, leyendas y creencias, que nos han acompañado a lo largo de nuestra vida en este mundo de incertidumbres, guerras, intrigas y desafíos constantes.

A pesar de los años transcurridos, recuerdo perfectamente aquellos villancicos que me cantaba mi madre Pastora en los comienzos de mi existencia, proporcionándome las primeras preguntas transcendentales que siguen, a estas alturas, sin respuesta: La noche buena se viene/ la noche buena se va/ y nosotros nos iremos/ y no volveremos más. Y, ¿a dónde nos vamos, mamá, abuela? Bueno niño, verás, pasa que al final, al final, pues eso, como las pilas, que se acaban. ¿Por qué lloras? Porque nos vamos a morir. De verdad, fue así. 

Pero había otros villancicos menos transcendentales: Campana sobre campana y sobre campana una/ asómate a la ventana/ y verás el niño en la cuna. Sobre todo aquel célebre villancico, el verdadero himno de la Navidad a nivel internacional, al menos en el mundo occidental y cristiano: “Noche de paz/ noche de amor”, que fue capaz de lograr una tregua entre los soldados que combatían en las trincheras en la primera guerra mundial, en el año 1914, y que aquella noche salieron de sus madrigueras a charlar con sus enemigos.

Desde aquellas tiempos, hubo y hay muchas guerras pero ya no se repitieron escenas románticas cómo la tregua de la Nochebuena de 1914, incluso, en el año siguiente, que seguía la guerra y que se intentó volver hacerla, ya no fue posible.

Lo mismo nos pasa en todos los ámbitos, sobre todo políticos, que no somos capaces de convocar, ya no unas elecciones que, si supiéramos elegir, nos ayudará a caminar, si no que ni siquiera somos capaces de convocar una tregua de Navidad.

De todas formas. Feliz Navidad

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