Opinión

Cumpleaños feliz

Este fin de semana estoy invitado a un cumpleaños; no es la acostumbrada fiesta infantil de una niña o niño precisamente, donde se pueden soplar perfectamente, dos, tres, cinco o diez velas, no, qué va, aquí son más velas, algunas más, setenta. Pueden ser muchas o pocas, según, todo es relativo, lo de la edad tiene estas cosas, no son los mismos años para un teléfono móvil o una impresora, que para un automóvil; no son los mismos para una persona que para una catedral, por ejemplo; aunque para los de nuestra generación, por los cambios tan drásticos que nos ha tocado vivir, nos pueda parecer que hubiéramos vivido muchos más años, porque nos da la sensación de que nos entenderíamos perfectamente con los romanos, con los celtas, godos, visigodos, vikingos, moros, cristianos o paganos, mártires o verdugos, profetas, dioses, reyes o caudillos . En recónditos pueblos de nuestra tierra se vivía, se movía, se comía, se araba y se rezaba como en los tiempos de los romanos; nuestra generación ha tenido el privilegio de poder vivir este cambio milenario; hemos pasado de los carros de bueyes y sus ejes cantarines, mulas, burros y cuadrigas, a los turbos, híbridos y 4x4, trenes y aviones; hemos pasado de las túnicas y de los velos, a las transparencias, bikinis y minifaldas; hemos enlazado los denarios con las onzas, pesos, pesetas, el euro y el bicoin, y sabemos a como está el cambio. 

Hemos visto pasar de las verdades absolutas a las dudas existenciales, de los pecados capitales, al cachondeo, de las condenas eternas a las redenciones absolutas, de la moral y la educación, al insulto y a la delincuencia generalizada, de las repúblicas a las monarquías, de las dictaduras a la democracia, de buscar la libertad a aprender a vivir con ella, de tenerlo todo claro a dudar en que idioma hablar, a que predicador escuchar, a que patria abanderar, equipo animar, a quien defender o a quien perseguir. Y ya no es aquello antiguo de que no se sabía si subíamos o bajábamos las escaleras, qué va, ahora ya no sabemos siquiera ni en que nación, ni en que calle ni en qué portal estamos, y entonces Vd., podrá decirme tranquila y perfectamente: eso te pasará a ti, gilipollas; que yo sí lo tengo claro; sé donde estoy, de donde vengo, a donde voy, a quien rezar, a quien defender y a quien atacar, y ahí empieza el problema.

En estos encuentros es inevitable la nostalgia, el tiempo pasa inexorablemente, y los cumpleaños de los mayores no deja de ser una simple cuenta atrás, aunque mejor no echar cuentas, no sea que nos aparezca en la pantalla el saldo disponible en nuestra cuenta corriente de la vida, pero los recuerdos vienen a tu memoria como si fuera ayer, sobre todo cuando se trata de personas con las que has compartido gran parte de tu vida y han estado contigo en días de alegría y de tristeza, has ido a fiestas, presentaciones, bodas o bautizos, pero también en días de enfermedades, hospitales y despedidas.

Nos pasamos la vida dejándonos influir por los acontecimientos que a diario nos acercan los medios de comunicación, hemos intentado conseguir un mundo mejor tratando de aportar nuestro granito de arena para conseguirlo, pero al final compruebas que no solo no avanzamos, si no que, en muchas cosas, retrocedemos claramente; ahora ya no hay prisioneros en las guerras, ni banderas blancas, ni compasión, ni treguas de Navidad, porque ahora el fanatismo religioso, en lugar de la paz, que fundamentalmente era para lo que los humanos inventamos las religiones, nos trae la guerra sin piedad; en lugar del perdón nos trae el desafío, en lugar del asilo al necesitado levantamos muros en las fronteras, y en lugar de compasión, ahora hay más odio y deseos de venganza.

Pero bueno, son las cosas de la vida. Esto pasa por vivir mientras seguimos respirando, y después, seguirá habiendo amaneceres.

Feliz, feliz en tu día, que reine la paz en tu vida, que Dios te bendiga y que cumplas muchos más.

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