Opinión

La daremos por descontada

La mentira, la debemos dar por descontada, como se dice en el lenguaje bursátil, cuando aparece una noticia que pudiera influir en la cotización de una acción determinada, tendremos que darla por supuesta, por prevista, ya contábamos con ella, ya no nos sorprende, sí, sí, lamentable, es una desgracia, una pena, pero no podemos seguir indignándonos cada mañana, cuando un señor nos dice que no hará esto, que no hará lo otro, y al día siguiente se dispone a hacer lo contrario de lo que había prometido.

Ahora, hasta en la guerra, lo nunca visto, el no va más, la madre de todas las mentiras; que se permiten decir tranquilamente que el misil que acaba de destruir una escuela o un hospital, que siempre se han respetado en todas las guerras, no era nuestro, que era del enemigo, el colmo del cinismo y de la desinformación, donde las salvajadas, mentiras y estupideces, se amasan en un inmenso cóctel mortal, donde la única verdad son los muertos. Éstos sí son de verdad. Réquiem.

¿Podemos seguir diciendo tranquilamente a los niños que no pueden mentir, como tradicionalmente se ha hecho siempre, cuando en la vida real, sobre todo en el mundo económico, no se hace más que mentir, o por lo menos, ocultar información, que viene a ser algo muy parecido, donde ya no sabemos lo que nos va costar un día la luz, otro, un viaje en tren, y al otro, la gasolina o la compra en el mercado? 

De acuerdo que la mentira nos puede hacer la vida casi imposible, pero tendremos que matizar e intentar distinguir entre el mentiroso compulsivo y el que la utiliza para ir sobreviviendo en este complicado mundo que habitamos donde tienes que pensar detenidamente antes de contestar a un simple. ¿Cómo estás? ¡Qué bien te veo esta mañana! Ayer estuvimos hablando de ti en la oficina… Pensando que la mentira, en cierto modo, está en nuestro ADN, desde que, engañado por la culebrita de marras, Adán, mordió aquella dichosa manzana que le costó la salida intempestiva del recordado eternamente; Paraíso Terrenal. 

La naturaleza, o quien haya organizado este tinglado, nos engaña, o nos miente, (no sé todavía muy bien la diferencia ) todos los días; desde presentarnos en el bosque, una espléndida mañana de primavera, una atractiva seta, con unos colores llamativos, invitándonos a que la comamos, cuando resulta que es venenosa la cabrona, hasta inventar un virus capaz de infectarnos y que no se note que lo llevamos puesto, durante diez o más días, para poder ir contagiando a todos los que nos vamos encontrando una mañana dando alegremente los buenos días a nuestros vecinos en el ascensor, en el avión o en la oficina.

 No me digan que no está bien diseñado el sistema para ir propagando silenciosamente la muerte. Tan callando.

 Ni el Putin ese lo supera, lo suyo son los misiles, la mentira y el veneno en rama.

¡Vaya forma de matar! La de unos y la de otros, en esta disputada carrera sin fin en busca del campeón de la muerte, en la que nunca sabremos si matan más los virus, terremotos y demás catástrofes que llamamos naturales, que la que produce la imbecilidad humana con sus tanques, bombas y misiles.

¡Ay Señor, Señor!

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