Opinión

El contagio de la imbecilidad

Desde que los primeros automovilistas descubrieron la posibilidad de dirigir un vehículo accionando un volante que permite cambiar libremente de dirección, nunca se había aprovechado esta característica para utilizarlo como un arma arremetiendo contra una muchedumbre de ciudadanos indefensos en una avenida o paseo de cualquier ciudad, pero desde que en Niza, hace poco más de un año, aquel salvaje envistiera a gran velocidad con su camión por el concurrido paseo marítimo el día de la fiesta nacional francesa, vemos como esta variante terrorista ha puesto de moda el sistema, ocasionando numerosas víctimas por atropello con diferentes vehículos en ciudades como Londres, París, Berlín y ahora, en Barcelona.

A nadie se le había ocurrido hasta entonces semejante barbaridad, al contario, por evitar atropellos, ya no solo de personas si no también de animales, se han producido muchísimos accidentes de tráfico, pero en este caso los muertos han sido los conductores los que han perdido su vida tratando de evitar llevarse por delante a una persona, pero, como si de un virus se tratara, esta ocurrencia criminal del primer conductor asesino, se ha ido contagiando y ganando adeptos entre estos imbéciles y fanáticos terroristas que para más escarnio van ligando sus actos criminales a unas supuestas creencias religiosas. Hay que ver lo sencillo que resulta a los humanos liquidar a sus semejantes mediante el uso de cualquier herramienta que tenemos a mano, desde un cuchillo de cocina, una lata de gasolina o una furgoneta, esta es la gran diferencia que tenemos con el resto de los animales que no saben recurrir a estos sistemas para cargarse a sus vecinos.

No hace falta que aparezca el Maradona, o el Willy Toledo de turno explicándonos el porqué pasan estas cosas, ya sabemos que el sistema capitalista que preside nuestra sociedad occidental es injusto pero en él se puede vivir, quiero decir que se puede respirar, casi seguro que comer y dormir, que no es poco, apenas nada más, pero para aspirar a otras cotas, hay que competir y esto es un asunto difícil para todos, pero más para esta gente que no se integra, ni tiene el proyecto de hacerlo porque pretende, no solo seguir con su cultura y con su religión, sino que los demás se nos califica de infieles con barra libre para liquidarnos y con premio a los que lo consiguen en sus quiméricos paraísos cuando se mueran, con las correspondiente huríes que por lo visto le tocan.

Con absurdos predicadores que entran a saco en esas juveniles cabecitas explicando las absurdas teorías de las maravillas del más allá, sobre todo teniendo en cuenta lo difícil que lo tienen en el más acá, no es de extrañar que episodios como este se repitan. Solo hay una esperanza; que algún día entiendan que, de acuerdo, nuestra sociedad es injusta, pero es que la naturaleza también lo es, todo el daño ocasionado en este atentado, no es más que un pequeño aperitivo para lo que ella puede organizar en cualquier momento y en cualquier lugar con sus armas de destrucción masiva que siempre tiene preparadas. Ya sé que son cosas distintas, pero todo está relacionado.

Tal vez en nuestra religión podrían encontrar el camino para el sosiego mediante la resignación, de esto, nosotros, sus infieles, hemos estado cumplidos. En todo momento, en nuestras oraciones, la resignación cristiana ha estado presente en primera línea, siempre hemos tenido claro que nuestro mundo era un valle de lágrimas.

Te puede interesar