Opinión

Herencia a beneficio de inventario

De todos es conocido que debido a la famosa y duradera crisis económica, que nos recuerda un poco aquello de la pertinaz sequía de Su Excelencia el General-ísimo que en paz descanse (parece que se está perdiendo también aquella vieja costumbre, otra más, de desear el descanso eterno a los que ya no pasan lista), cada día es más frecuente que antes de aceptar una herencia, la gente haga sus cálculos para saber si es rentable o no aceptarla, porque si te dejan un pazo, una finca rústica, o una fábrica con cien productores, te pueden arruinar la vida. “Asegún”, que diría el otro. De ahí lo del beneficio. Hay que estudiarlo, hay que hacer balance y si el activo supera al pasivo, se acepta. Antes, cualquier propiedad que te podían dejar era bien recibida porque, en último caso, la podías vender cuando quisieras; pero hoy, te la comes con patatas y si la finca o lo que sea no produce, lo único que tienes seguro son los gastos, el IBI, la comunidad, etc.

Esto debiera ser condición imprescindible en todos los casos. No cabe duda que las herencias recibidas, no solo las del Sr. Zapatero, nos marcan en todos los órdenes de la vida. Desde nuestros genes, físico, educación, formas de vida, hasta nuestras enfermedades. Por eso en caso de duda, lo mejor es herededar dinero, porque heredar, heredas siempre, además de los apellidos, la educación, el idioma, tal vez la religión y la posición económica, de lo que no te vas a librar es de heredar la diabetes o la psoriasis, entre otras cosas.

Los vecinos de Tordesillas con el toro de la Vega, así como los de aquel pueblo de Zamora que se dedicaban a tirar una cabra desde el campanario, y los de otros muchos lugares que en los que sus “gracias” , como diría Gila, no son susceptibles de aguantar una broma, han recibido una mala herencia. Esto es un hecho objetivo. Se puede discutir si lancear un toro hasta la muerte puede ser divertido para unos o trágico para otros, pero lo que no se puede discutir es que ha sido una mala idea de aquel antepasado y cachondo vecino al que se le ocurrió semejante divertimento. Podía habérsele ocurrido, como a nuestro añorado amigo Lalao Reverter, poner en marcha un rally de Tordesillas, por ejemplo. El personal se divertiría igualmente, y también crearía una tradición, sin que el bando de los no partidarios del espectáculo te puedan montar un pollo llamándote asesino.

La tradición es la única defensa que tienen los defensores de tal evento. Pero también la esclavitud, o el derecho de pernada eran costumbres y tradiciones aceptadas en otros tiempos y hoy son delitos.

A los que cazaban saltando el muro de Berlín hasta hace muy pocos años, se les disparaba automáticamente, sin más. Ta, ta, ta, ta, pun. Hoy, en la actual y trágica crisis de los refugiados, comprobamos que tratan de controlarlos a base de vallas y alambradas en las fronteras, pero a nadie, al menos de momento, se le ha ocurrido poner ametralladoras, que era lo tradicional.

Hay costumbres, tradiciones y herencias que lo mejor que puedes hacer es olvidarlas cuanto antes, pero si te insisten en que son interesantes y que las cabras, lanzas, ceniza con hormigas cabreadas por la cabeza y demás coñas marineras, son una cosa muy divertida, y que es lo mejor del mundo, acéptalas, pero a beneficio de inventario. Echa cuentas, mira los pros y las contras, suma el activo y el pasivo y, en caso de duda, “pa ti”.

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