Opinión

¿Jura o promete?

Esta es la pregunta que rutinariamente hace el juez Manuel Marchena a cada uno de los testigos que van declarando en el juicio del "procés" que se está celebrado estos días en Madrid y en el que está previsto que lo hagan varios centenares que nos van narrando los pormenores de los hechos que terminaron con el accidentado referéndum que propiciaron los dirigentes catalanes en octubre del 2017 y que todos hemos visto repetidas veces en los medios de comunicación. Como se suele decir; una imagen vale más que mil palabras, y viéndolas, poca falta nos hace lo que puedan decir y las intenciones que puedan tener los distintos testigos y acusados que han desfilado y lo seguirán haciendo ante su Señoría. Todos sabemos perfectamente lo que pasó, lo que se pretendía, y lo que pudo o no pudo ser, lo que pasa es que; “Xa me entendes”. ( otra expresión del país que lo explica todo) Hay que cubrir el expediente, se está para lo que se está. “Pois sí, ímola virando ”, “deixa que xa” etc. (otras) 

Dirán: son formulismos, sistemas o rutinas que ya no tienen mucho sentido a estas alturas del tinglado, pero ahí están; que si juro o prometo. ¿Por qué no las dos cosas, ya metidos, y por el mismo precio? Como lo de preguntarle la edad, estado civil, si han estado procesados, etc. En estos tiempos que tan celosamente estamos volcados en preservar la intimidad del personal; que si la ley de la protección de datos, que si me da autorización, que si puede recurrir mediante no sé que otras “lerias”, en fin, cosas por el estilo, para embobar, al final todo el mundo sabe de todo y si no, lo inventa.

Lo que siempre me extrañará es que sigamos necesitando tantas comisiones de investigación, tantas declaraciones, tantos testigos, cuando podemos ver perfectamente las imágines, una y otra vez, repetidas, en cámara lenta o en marcha atrás, en fotografías, planos o secuencias que nos proporcionan todos los datos que necesitamos para saber lo que pasó. Cuando vemos una y mil veces las famosas imágines de aquel tren saliendo despendolado de la curva de Angrois que, dicho sea de paso, son las primeras imágines que nos demuestran perfectamente que también los trenes pueden derrapar , de la misma forma que lo hacen todos los día los vehículos que se tragan una curva, no necesitamos más explicaciones, todos sabemos que cualquier aparato rodante que pretenda tomar una curva a mayor velocidad de la que, sin señales ni luces de advertencia, ha establecido la ley de la fuerza centrífuga para aquel lugar y circunstancia,, se va directamente por la tangente. Siempre, ya sea un tren un coche o una bicicleta.

Después vendrá que si la curva estaba bien o mal diseñada, que si la señalización era o no la correcta, que si la culpa es de éste o de aquel, pero al final, cuando la velocidad del vehículo dependa únicamente de que una sola persona acelere o frene, siempre pasará lo mismo, lo que pasa es que en la gran mayoría de los accidentes no tenemos cámaras que nos lo muestren como en este caso del tren de Santiago, pero todos sabemos como se producen, no nos hacen falta más pruebas, investigaciones ni testigos. 

Si con tantas películas, narraciones y fotografías de acontecimientos recientes que hemos visto prácticamente en directo, hacen falta tantas comisiones de investigación, grabaciones, abogados, peritos y testigos para juzgarlas, sin saber todavía quien tenía razón, quienes eran los buenos y quienes los malos, si hubo rebelión, sedición o cachondeo, si la culpa fue del ministro, del ingeniero o del maquinista, si hubo violencia o si iban de merienda. ¿Cómo vamos a juzgar ahora lo que hizo Hernán Cortés en México sin un triste video ni siquiera una fotografía que nos pueda mostrar sus andanzas por aquellas exóticas tierras hace quinientos años?

Lo único que sabemos de verdad es que estamos de paso en esta vida de interrogantes e incertidumbres, mientras nos vamos entreteniendo con juicios, testigos y comisiones de investigación.

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