Opinión

La vida mata

Parece un contrasentido, una incongruencia, tal vez lo sean las dos cosas, incluso una chorrada, gilipollez o algo así, pero te pones a pensar y pasan estas cosas, y cómo estás acostumbrado a ver y escuchar tantas tonterías desde que comienza el día y muchas veces, incluso de noche, se te van pegando una serie de razonamientos, mejor dicho, de antirazonamientos, que te pueden llevar a estas conclusiones más bien absurdas, porque la verdad, y solamente la verdad, es que desde el primer momento en que naces a la vida, todo está preparado para la muerte.

Se le ocurrió decir el otro día a la presidenta de la Comunidad de Madrid que la contaminación no mataba y se le echaron encima todos los ecologistas, naturalistas y demás gente de los ambientes que la afligida presidenta, señora Ayuso, y sus allegados, no sabían que hacer tratando de explicar lo inexplicable de sus declaraciones, cuando lo más sencillo hubiese sido admitir simplemente que sí, en efecto, la contaminación mata, claro que sí, porque todo mata, ( y lo que no mata engorda, como se decía en tiempos del hambre) dependerá del momento y de la dosis, todo mata; el agua, la sequía, el tabaco, el vino, el aguardiente, el lacón con grelos, los chicharrones, los callos con garbanzos, los disgustos, las cabronadas clásicas y políticas, en fin, todo mata, lo que pasa es que lo hacen lentamente, no como un tiro o una bomba que notas enseguida que te has muerto, vamos, que te han “matao”, no, no, la mayoría de las cosas que te matan lo hacen des-pa-cito y en silencio, como si lo quisieran disimular, a ver si no nos damos cuenta y no nos enteramos o así, como si fuéramos tontos, pues no, no somos tontos, sabemos perfectamente que vienen a por nosotros, máxime llegado un cierto tiempo, ya que, si bien nuestra generación ha entendido siempre aquel canto legendario de “soy el novio de la muerte”, ahora de mayores, con el paso de los años, lo entendemos todavía mejor y de cerca. Aunque no seamos legionarios.

De todas las cosas, llamémosle asesinas; aunque tal vez sea un poco exagerado el calificativo, pero bueno, con esto de la libertad de expresión, ya se sabe; la única que claramente avisa que viene con malas intenciones, es el tabaco. Injustamente es la única que lo hace, por la misma razón tendrían que hacerlo el coñac, la ginebra, los torreznos, el cocido, las motos, los coches, etc, que todos pueden matar, pero no, la única que avisa es el tabaco y avisa bien, lo pone meridianamente claro en las cajetillas; ojo, puede matar, los fumadores pueden quedarse ciegos, impotentes, pueden perder los apetitos, todos, etc. Incluyendo dramáticas escenas que dan miedo, pues nada, que si quieres arroz Catalina, ni por esas, el personal sigue dándole al fumeque como si tal cosa porque en el fondo no se lo terminan de creer, es como lo de la contaminación, sabemos que es mala, que nos puede matar, pero donde no hay contaminación no hay nada, no va ni su padre, ni los okupas, oiga Vd., que están siempre en el centro de las ciudades, si puede ser en la plaza mayor, mucho mejor, durmiendo en cualquier esquina entre el humo y la mugre, todo revuelto, sí, sí, pero de irse a donde corra el aire, ni de coña. 

Donde más se cotizan los pisos es donde está más contaminado, esto pasa en todos los lugares, da igual que sea en Ourense, Santiago, Madrid o en París, en nuestra provincia de Ourense, si de verdad quisiéramos vivir en un ambiente más sano, la vivienda en A Veiga, por ejemplo, estaría más solicitada y sería más cara que en el Parque de San Lázaro. Hablo de A Veiga no por casualidad, sino porque es un lugar increíble donde, sin entender nada del tema contaminante, como siempre, simplemente observando el mapa, se ve que no es una zona de paso, por ahí nunca se proyectará una autopista, allí tienes que ir expresamente y regresar, si continúas, te encontrarás con la gran sierra y por ahí solo van los Chicho Outeiriño y sus amigos montañeros y excursionistas, es decir, no va nadie, aunque el aire esté más purificado que una patena de las de antes del concilio de Trento. Todos queremos un mundo más limpio, sí, sí, pero vivimos donde está más sucio.

Como pasa siempre, estamos en una eterna contradicción, se me ocurren varios ejemplos, pero en estos momentos están en el Congreso de los Diputados debatiendo los distintos proyectos que los diferentes partidos proponen para poder entendernos en el país de las contradicciones.

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