Opinión

La vida pasa

Pasa para todos, la vida es como un producto de consumo que sabemos tiene una existencia imprecisa pero limitada y que llega un momento en que se acaba, fin, adiós, pero mientras tanto, seguimos caminando al ritmo que los tiempos nos van marcando, tratando de aprovechar todas las prórrogas que nos vayan concediendo para seguir jugando el partido, o seguir participando en la carrera de la vida. 

Con el paso de los años vamos sintiendo la pérdida de amigos con los que coincidimos en distintas épocas, como ha sido la reciente despedida de Gonzalo Belay que, en unos tiempos en que la afición por los coches, de la mano de nuestro recordado Estanislao Reverter, nos llevó por muchos puntos de nuestra geografía en aquellos rally-aventura, donde la presencia de Gonzalo con su cámara al hombro y su contagiosa simpatía, era el centro de atención de los orensanos que participábamos en aquellos famosos rallys, como el del Race que era una especie de vuelta a España donde la primera prueba era en Ávila, la siguiente en León, después en Cantabria, y regreso a Madrid, o como el Rally Salymar, por la sierra de Madrid, el Firestone por Bilbao, el de la Costa Brava, el de la vendimia en Almendralejo, el del Sherry en Jerez, etc.

No tienen nada que ver con los rallys actuales, porque salvo para unos pocos, la gran mayoría de los que participábamos lo hacíamos en plan aventura, sin asistencia, con las mismas ruedas en asfalto como en tierra y aún así hacíamos cosas que hoy no se les ocurrirían ni plantearlas, como en aquel rally del Sherry, que salía de Jerez pasando por Ronda, Málaga etc., y de pronto te encontrabas, sin haber pasado antes por allí, ni haber entrenado, ni cosa parecida, con una especial que empezaba en el parador nacional de Sierra Nevada y terminaba en la otra vertiente del Veleta, al sur de la sierra, hacia Lanjarón, donde terminaba la cronometrada en Capilleira, increíble, hoy detendrían a toda la organización, no habría seguro que lo cubriera, o en aquel Race, con la prueba de la Horizontal, veinte kilómetros en tierra por la cresta de Somosierra, o aquí mismo, en un Rally de Ourense por las pistas forestales del Rodicio y San Mamed, en fin, unas verdaderas “ toladas” al estilo del París-Dakar que quedarán para siempre en el recuerdo, y allí estaba Gonzalo Belay para inmortalizarlas.

Gonzalo era una de esas personas que recordarás siempre por su afán de agradar, siempre tenía unas palabras amables cuando te lo encontrabas al finalizar cualquier tramo, en cualquier lugar, con frío o con calor, por esos páramos de nuestra geografía.

Siempre será un enigma el saber porque un niño o una niña se aficiona a los coches, motos, bicicletas o a bailar, cantar, subir a una montaña, tocar el piano, la guitarra o jugar al fútbol o al ajedrez. Como en la política y en las profesiones, algunas veces estas vocaciones son heredadas pero en otras no tienen relación con el ambiente en que se han criado, incluso muchas veces van en sentido contrario a lo que han vivido a su alrededor. Misterios de la vida.

La afición a los coches tiene una particularidad; conduce todo el mundo, tanto el / la que le gusta, como el que no le gusta, y esto es un problema, porque el que no le gustan los toros, el ciclismo o el piano, no va a la plaza, no se sube a la bicicleta ni toca el piano y listo, pero aquí te puedes encontrar a un conductor que lleva toda la vida al volante y no le gusta, ni sabe, ni quiere conducir, pero es su medio de vida. Cosas que pasan, pero aún hay más incongruencias; puede que tenga mejor futuro el que no le gusta, porque es un poco como el submarinista, que tiene más posibilidades de sucumbir el que tiene más afición y baja a más profundidad, no sé si me explico.

Sería interesante que las escuderías y aficionados al motor organizaran una exposición en el Liceo o en algún otro lugar, con las fotografías de los Gonzalo Belay, sobre todo con las de los tiempos heroicos del automovilismo porque, como decía aquella vieja canción: Recordar es volver a vivir.

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