Opinión

Los dos eran creyentes

Los dos tenían la misma religión, eran católicos, rezaban al mismo Dios, tenían la misma vocación; estaban consagrados al sacerdocio, pero sus vidas, desde hace muchos años, caminaron por muy distintos caminos. Estos días sus nombres, han aparecido en los medios de comunicación por muy diferentes motivos. 

Uno era misionero salesiano, cordobés, de Pozoblanco; Antonio César Fernández, 72 años, llevaba ejerciendo su actividad misionera por diferentes países de África desde el año 1982. Cuando en el primer e insaciable mundo la mayoría de las personas de su edad se preparan para afanarse la mejor pensión para asegurase un retiro confortable para los años que le puedan quedar en esta vida, bueno, si son banqueros o altos ejecutivos, procuran que sea millonaria, no sea, como si las mañanas que le puedan quedar para subir las persianas fueran infinitas y no les afectara la ley de la caducidad, el misionero salesiano, Antonio César Fernández, no parecía estar muy preocupado por el previsto aumento de la edad de jubilación ni de cual sería su pensión, y seguía trabajando, como si tal cosa, en sus arriesgadas misiones por ese sufrido continente africano, hasta que el pasado día 15 de Febrero, en Burkina Faso, un loco suelto de los que abundan por todas partes pero sobre todo, por esos países donde se junta la miseria con la ignorancia y el fanatismo, le dispara una ráfaga con su fusil que puso fin a esa heroica vida consagrada a la ayuda a esta gente desvalida. Todos nos vamos a morir, pero nos sigue dando la sensación de que la muerte tiene querencia por los buenos.

El otro está vivo, a sus 88 años sigue respirando, fue cardenal de Washington durante bastantes años, tal vez demasiados; Teodhore MacCarrit, su nombre ha saltado estos días a los medios porque ha sido apartado por la Iglesia Católica y expulsado del sacerdocio por haber sido acusado de abusos sexuales durante décadas mientras seguía ejerciendo sus altas misiones evangélicas que correspondían a su privilegiado estatus dentro de la Iglesia.
 El que teniendo aficiones y tendencias sexuales se mete a cura, es como el pirómano que se hace jefe de Brigada de voluntarios contra los incendios forestales, o el atracador que se presenta a las oposiciones para policía. El cura podrá tener en el confesionario la mejor fuente de información de las jovencitas o jovencitos que sienten la inclinación al sexo y están a punto de maduración. El pirómano podrá elegir el mejor lugar del bosque y la hora más apropiada para plantarle fuego a la hojarasca, y el delincuente podrá escoger con más precisión sus objetivos y seleccionar el momento con menos vigilancia para poder ejecutar sus acciones con más seguridad.

Estos días el papa Francisco ha convocado en Roma una cumbre histórica contra la pederastia en el seno de la Iglesia buscando remedio a tanto desvarío. El alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve, ha montado unos cursos, supongo que también, buscando fórmulas para combatir el desbarre sexual imperante , bajo el nombre de “Plan joven” , desde los 12 a los 30 años para que; “aprendan a masturbarse y dar placer a sus parejas “ Esta idea podría relacionarse con la mencionada cumbre de Roma, eso sí, ampliando el ámbito de actuación y el nombre, podría quedar algo así: ; “Plan joven, adulto y senil” porque está visto que el desequilibrio, desbarre, enfermedad o como queramos llamarle a estas aficiones que hacen que algún un hombre, de cualquier edad y condición, ( aquí tampoco hay paridad, prácticamente no hay mujeres, no pasa nada) se derrita contemplando imágines de niños/as, jóvenes o bebés, o metiéndoles mano o lo que sea, confirma que afecta a todas las edades.

Lo que no estoy en absoluto de acuerdo es relacionar el hecho de la masturbación con lo de “… dar placer a su pareja”. Si empezamos con lo de la parejita, malo, la esencia de la masturbación debe ser la intimidad, la soledad, es una cosa estrictamente personal, lo que hace falta es prestigiarla. A veces se escuchan comentarios de un señor que ha estado con muchas mujeres, nuca que se ha hecho muchas pajas. Tal vez por ahí, con sinceridad y humildad, podremos ver el final de tanta estupidez.

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