Opinión

Memorias de Navidad

Cuando llegan estas fechas es inevitable el recuerdo de otros tiempos ya lejanos donde la Navidad aparecía de pronto como una época de alegría e ilusiones que compensaba un poco la monotonía de aquellos días de los duros inviernos de la época donde las heladas, nevadas y días de lluvia eran frecuentes en esos días de fiesta y vacaciones.

Todo estaba organizado, la cosa empezaba, en esto seguimos igual, con el sorteo de la Navidad donde los niños de San Ildefonso se pasaban la mañana del día veintidós cantando los números agraciados que salían del bombo hasta que llegaba el ansiado premio Gordo; veinticinco mil doscientas cuarenta y cinco ,,,, veinte millones de pesetas…. En esto es donde menos hemos evolucionado, mejor dicho, lo hemos hecho pero, como pasa con frecuencia, al revés, ya que ahora, no solo jugamos a la lotería de Navidad, que era prácticamente, a lo único que se jugaba en todo el año, si no que entre casinos, quinielas, bingos, bono loto, apuestas y juegos de todo tipo, ya sea en los locales que proliferan por todas las esquinas, como desde tu casa con el ordenador, consiguen que tengamos la sensación de que aquí, el que no es millonario es porque no quiere. No hay más que hacerle caso a la pitonisa/o de turno o hacer la peregrinación a la cola de Doña Manolita. El personal sigue creyendo en los milagros. 

También, llegada estas fechas, se echa más intensamente de menos a esas personas que has querido y que ya no están con nosotros, amigos y familiares que en mayor o menor medida han estado a tu lado un tiempo y que se han ido a ese último viaje sin retorno que haremos todos como recientemente lo hizo Camilo de Dios, ese personaje difícil de encuadrar en ningún estereotipo porque rompió los esquemas a los que estamos acostumbrados, donde los unos están siempre orgullosos de su pasado, dispuestos al rencor y al revanchismo, poniéndose de ejemplo de virtudes y adjudicando siempre a los otros, al adversario, la causa de todas las desgracias.

Camilo nos ha dejado ese espíritu de luchador por sus ideas pero al mismo tiempo no exhibía su increíble pasado de penas y sufrimientos para otorgarse méritos ni considerarse un héroe al contrario de lo que es habitual, incluso entre sus compañeros de partido, que están dándole a la matraca todos los días destilando odio, rencor y resentimientos con discursos trasnochados como si estuviéramos en el treinta y seis, nada que ver con Camilo siempre dispuesto al perdón y a comprender a sus enemigos, incluso a los que lo habían encarcelado y torturado. 

Salvando las distancias, tanto geográficas como políticas, sobre todo políticas, porque Camilo era demasiado honrado como para poder dedicarse a la política, veo en ciertos aspectos un cierto paralelismo con Nelson Mandela que también supo perdonar a sus enemigos y emprender una nueva vida sin odio ni rencor, ni con ánimos revanchistas, conviviendo con los que lo habían encarcelado y torturado. Camilo de Dios; más de diez años en distintas cárceles españolas, después de que Franco le hubiera conmutado la pena de muerte por ser menor de edad en el momento de los hechos, ha terminado haciendo la “mili” normal, con retraso, eso sí, lo que permitió que nos conociéramos en la imprenta del cuartel de San Francisco, en Ourense, precisamente desde donde le bombardearon la casa donde se había refugiado con otros guerrilleros y de donde lo rescataron inconsciente. 

Qué pena que no tengamos en nuestro ambiente político a gente con este ánimo de perdón, reconciliación y aceptación de que en todos los bandos se hicieron barbaridades, da igual que hablemos de violencia como de corrupción, pero tendrá que llegar el día en que todo esto se olvide y no estar siempre con discursos parecidos a los que se podían escuchar en el treinta y seis que, lejos de intentar arreglarlo parece que están todos dispuestos a volver a las trincheras.

Al margen de sus ideales, convicciones, manías, terquedades y devociones, que también tenía las suyas, como todos, Camilo de Dios quedará en el recuerdo, al menos en mi recuerdo, como una persona que ha tenido en todo momento una postura autocrítica que no le permitía alardear de su pasado ni tampoco aparecer como víctima, ni menos como héroe.

Quien le iba a decir “o neno guerrilleiro” Camilo de Dios que se iba a morir en su casa de Sandiás, en paz, rodeado de su familia y a la edad de morirse.

¡Aleluya! ¡Aleluya! Adiós amigo.

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