Opinión

No sé si me explico

Mejor dicho, no me explico, directamente, sé que no me explico, para que nos vamos a andar con rodeos, y eso que utilizamos el mismo idioma, como para liarlo más aún conlas lenguas vernáculas, vehiculares y otros utensilios comunicadores que, a nuestro pesar, seguimos sin encontrar la forma de expresar nuestros sentimientos a nuestros allegados, ahora que están de moda, no quiero pensaren lo que pueda suceder en un futuro, no solo con los allegados, sino también con los alejados. Resulta complicado esto de la comunicación, a pesar de que cada día tengamos más sistemas para comunicarnos, es más, me atrevería a pensar que cuantos más medios tenemos menos nos comunicamos. Ya llamará. El futuro será el lenguaje de signos o el de las palomas mensajeras.

Si a esto añadimos el artificial e infantil problema de nuestras queridas lenguas del lugar, nos encontraremos con que las cosas, en la práctica, cada día son más complicadas. Un ejemplo: el encargado del asunto en el Ayuntamiento de Lejona (estas cosas son siempre obra de uno o una genio, no más, los demás están entretenidos con sus cosas, esperando que llegue el final de mes para cobrar) escribe una tierna carta a los niños de esa localidad vasca, anunciándoles que las cartas que le escriban en castellano al Papá Noel Vasco, el mítico carbonero “Olentzero”, no serán atendidas, porque ese Papá Noel no entiende ese extraño idioma que hablan tantos millones de personas, el español, solo sabe leer en euskera. Pena, penita pena. ¡Qué mala cueva¡ Dirían los niños chilenos.

Esto quiere decir que los infantes que no sepan euskera, al menos en esa localidad, se quedarán este año sin juguetes municipales pero bueno, no pasa nada, más adelante se quedarán sin trabajo si no saben inglés. Cuanto antes hagamos vehicular a este idioma, y quizás más adelante al chino, mejor futuro tendrán las nuevas generaciones vascas o de otro lugar, por mucho que amemos el lenguaje de nuestros ancestros, porque las cosas del comer, y muchas veces también, las del querer, van por otros caminos. Sé que esto tendrá sus más y sus menos, porque al tocar temas sensibles, el personal se altera, como el otro día que se me ocurrió mentar a los militares en mi artículo del martes pasado “El milagro de cada día”, perdonen que lo cite, pero no veo otra forma de comunicarles lo que pretendo decirles. Ya empezamos.

Fue suficiente esa mención para que recibiera un mensaje diciéndome, entre otras muchas cosas, que no entendía como pude mezclar en ese artículo personajes tan dispares como La Pasionaria, El Campesino, Franco, Carrillo, Lenin, Hitler o su tía. Creo que el problema fundamental fue nombrar a su tía, reconozco que es la única persona, suponiendo que Hitler tuviera una tía, que no debía haber citado, porque forma parte de esos miles de millones de personas que habitamos este mundo y que pasaremos por él desapercibidos. Esto puede ser bueno, malo o regular, según se mire, pero el problema surge cuando los seguidores de unos son incapaces de admitir que los malos pueden ser ellos.

El que un colectivo determinado, sean o no jubilados, de militares, ingenieros, médicos o albañiles, declare su malestar con lo que está pasando, será lo mínimo que se pueda hacer tratando de mejorar la situación. La transcendencia que se le ha dado en este caso, no es más que una muestra de la relevancia que han tenido los militares en el pasado, pero en democracia, la única arma que tienen, ya sean generales o brigadas, (por cierto, no aparecen en la movida; sargentos, cabos ni soldados, siendo los militares más numerosos, sabiendo que su voto vale lo mismo, aunque algunos se morirán sin entenderlo) es su voto, como el resto de los ciudadanos, esa es la única arma que tenemos para intentar cambiar el rumbo de esta nave en la que navegamos todos, y de la misma forma que un arma se puede utilizar bien o mal, tendremos que tener el mismo cuidado cuando tengamos la oportunidad de cambiar las cosas, votando adecuadamente en las próximas elecciones. Ese es nuestro poder. No hay otra alternativa, mejor dicho, cualquier otra sería peor. Tampoco debiera ser tan difícil, en muchos casos hubiéramos sabido elegir mejor,mirándole fijamente a los ojos. Simplemente.

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