Opinión

¿Por qué no conservador y progresista?

Estamos acostumbrados a escuchar la matraca de siempre: los conservadores frente a los progresistas, los rojos contra los azules, los de aquí contra los de allá, como si fueran posturas antagónicas. Yo creo que los señores, y alguna señora, de ese tribunal que debiera ser de gente seria y sensata, en su día a día, en su casa, en sus relaciones, en su cuenta corriente, en su forma de vivir, no me parece que existan muchas diferencias. 

Los que estamos al otro lado, los que no somos políticos ni jueces, no sabemos muy bien si son conservadores o progresistas; lo que sí sabemos es que son, al menos económicamente, unos privilegiados, a los que les llegan puntualmente sus gruesas nóminas, que nos les afecta la crisis y que no tienen que preocuparse del precio de la luz, de la gasolina ni de la hipoteca.

Porque este es la gran paradoja que tenemos que sufrir los ciudadanos: que las personas que hemos elegido para que nos representen ante las instituciones o que su profesión sea la del servicio público, no todos, pero en una gran proporción, no cumplen con su cometido, y lo de menos es que sean de derechas, izquierdas o de frente, lo que peor llevamos y tenemos que soportar cada día es que los componentes de un tribunal que tiene que decidir sobre cuestiones importantes y que nos afectan a todos, estén tan divinamente convencidos de que la mitad, aproximadamente, haciendo lo mismo, cobrando lo mismo y viviendo los mismo, es decir, de puta madre, se consideren, ellos mismo, sin cortarse un pelo, más ¿qué? Que la otra mitad. Aproximadamente. Siempre la mitad. Maldita sea.

Que los diputados de Vox que, mutatis mutandis, podemos repetir lo mismo que para los jueces, se permitan rechazar unos presupuestos de la Comunidad y Ayuntamiento de Madrid, en contra del partido con el que están gobernando, no son un ejemplo de inteligencia, eficacia, solidaridad ni de servicio a la comunidad que les sostiene; son más bien una demostración de egoísmo, intransigencia e insolidaridad con los ciudadanos a los que en breve pedirán sus votos. Errare humanum est. Sí, el error es humano, por lo que no debiéramos sorprendernos, el problema es repetirlos, insistir en ellos. 

Esto pasa porque la estupidez también es humana. 

Esperemos que el próximo año que ahora estrenamos nos traiga un poco más de comprensión y solidaridad entre los ciudadanos del mundo, pero sobre todo, entre los que se han postulado para que podemos entendernos y viven de ello.

Feliz año 2023.

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