Opinión

El rally de Ourense y la nostalgia

Bueno, puede pasar también con otras cosas, pero, para los que hemos tenido afición a los rallys, los recuerdos que nos traen estas fechas del mes de junio, en que se celebraba y que, afortunadamente, gracias al entusiasmo de ese gran equipo de la Escudería Ourense, heredera del espíritu entusiasta del añorado Estanislao Reverter, se sigue celebrando, el Rally de Ourense, que, como todos sabemos, siempre ha sido algo más que un rally, supera a los recuerdos que nos puedan traer otras vivencias y otras aficiones que nos han acompañado en las distintas etapas de nuestra vida.

Para los viejos (aquí no hay paridad que valga, las señoras no son viejas y punto) los recuerdos y la nostalgia van de la mano, sin poder evitar que también les acompañen unas cuantas dosis de tristeza, al comprobar los pocos que quedamos de aquellos que tomábamos la salida(en nuestro caso, con José Pavón, a bordo del precioso, pero bastante inconducible, Austin Healey 3000 MKII descapotable) en la Plaza Mayor, en aquel primer Rally de Ourense del año 1967. 

Es decir, han pasado un montón de años, pero teniendo en cuenta los acontecimientos que nuestra generación ha vivido en este período de tiempo, es como si hubieran transcurrido varios siglos, sobre todo en lo que se refiere a las comunicaciones, porque hemos enlazado la velocidad de las cuádrigas romanas, con la de los turbo y las 16 válvulas; los mensajes enviados por las palomas mensajeras, con las comunicaciones por satélite, o las locomotoras de vapor de aquellos románticos y lentos trenes, con las del AVE. 

Con el paso de los años, de muchos años, eso sí, vas entendiendo muchas cosas que antes no entendías y una de ellas es que hasta hace poco tiempo no descubrí lo difícil que es conducir un automóvil, pero no ya en competición, da igual que sea un rally o un gran premio de fórmula 1, no, no, quita, quita, es difícil hasta para ir al trabajo o al supermercado, pero lo que pasa es que, debido a la cercanía y a la rutina con que lo hacemos, no le damos importancia y, de la misma forma que valoramos y respetamos a un piloto de un avión, o al patrón de un petrolero, un profesor o a un cirujano, lo de ser conductor se da por supuesto, todos somos conductores, será por lo de la igualdad que está tan de moda pero, de la misma forma que todos tocamos el piano, porque es un instrumento que se deja, no como la trompeta, por ejemplo, que hay que saber tocarla para sacarle un do, o un re, en el piano no, todos sabemos tocarlo, pero no todos somos pianistas.

Esto es así por la peculiaridad que tiene esto de conducir. Generalmente, cada uno tiene unos gustos y unas aficiones que, en muchos casos, pueden tener un origen en el ambiente en el que has nacido y, en otros, han sido heredadas directamente. De esta forma, vemos que es más fácil que un niño quiera ser torero en Andalucía que en Galicia, pero en otros casos no es así y siempre será un misterio el descubrir por qué un niño o una niña le gustan los coches o las motos, el tenis o el fútbol, y a otros les gusta bailar, pintar o leer, siempre será un enigma.

Otra peculiaridad destacada es que, normalmente, cada uno frecuenta lo que le gusta. El que no quiere ver ni jugar al fútbol, por ejemplo, no lo ve, ni lo practica; el que no le gustan los toros no acude a la plaza; el que le gusta la caza, se compra una escopeta y así. Pero aquí no, aquí te puedes encontrar con gente que no le gusta ni sabe conducir, pero que tiene el carnet y necesita moverse en coche para ir a su trabajo y, más difícil todavía, otra particularidad más, puede tener más posibilidad de llegar sin novedad a su destino que el que le gusta y sabe conducir muy bien, porque aquí puede pasar de todo, puede haber accidentes por no saber conducir o por hacerlo muy bien, porque es un poco como en el submarinismo tiene más posibilidades de sucumbir el que bucea muy bien y baja a más profundidad, que el que se queda en la orilla de la playa. 

Y así sucesivamente.

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